En una reunión con mis amigas (mi círculo de amor y cuidado) hablamos sobre series de TV. Una de ellas nos recomendó Modern Love, y aunque tiene un par de episodios rescatables (específicamente aquellos en los que salen Tina Fey y Anne Hathaway) fue una serie que por momentos me aburrió.
Lo que sí es que me dejó con este pensamiento de qué es lo que significa amor moderno cuando eres mujer feminista, vives un trastorno mental y cuáles son las implicaciones de éste viaje en mujeres como yo. Y aclaro, este viaje es meramente personal, no vengo aquí bajo ninguna filosofía.
Para quienes vieron el episodio de Anne Hathaway recordarán que nuestra protagonista sufre de un trastorno mental: bipolaridad, el cual le impide desarrollarse de manera funcional. Puede lograr sus objetivos profesionales, (con mucha dificultad) y pareciera que vive una vida de ensueño, después de todo, vivir en Nueva York en un departamento tan chingón como el de ella, ya debe ser un sueño ¿no?.
Hubo cosas que me hicieron sentir conectada con ella, especialmente su periodo escolar, aunque yo asistiendo a una universidad pública, obviamente. Sin embargo hubieron cosas que no me hablaron a mí, una mujer de casi la misma edad de la protagonista, que vive con Trastorno Bipolar Tipo II.
En muchas de las historias de estos episodios todos tienen trabajos estables, departamentos de ensueño, vidas envidiables. En ninguno de ellos presencié la discriminación de ser feminista, el temor que vivimos las mujeres en México de ser violentadas sexualmente o asesinadas. En el Nueva York que me pintan no se siente esa vibra. Pareciera más que este amor moderno habla más por lo material, por el estatus, que por una estabilidad emocional o mental, excepto en los episodios que ya mencioné, donde sí se siente esa conexión de depresión, apatía, insatisfacción y la búsqueda de cambiarlo mediante la empatía y la terapia.
Empatía y terapia. Conceptos que no veo normalizados en México. Cuando comenzaron las marchas feministas el gobierno y los ciudadanos estaban ( y están) más preocupados por las afectaciones a monumentos nacionales, o estaciones del metrobus que quedaron funcionales EN MENOS DE DOCE HORAS, que por las nueve mujeres que mueren asesinadas diariamente.
Qué alivio poder llegar a la oficina y comentarle a mi compañera de trabajo los aprendizajes a los que llegué en terapia, desafortunadamente la salud mental es tabú todavía, lo cual me parece sumamente estúpido. Que buscar tu sanidad mental sea considerado una locura. Todavía es el día en el que en mi trabajo actual no saben que soy Bipolar, debido a la discriminación que he sufrido en el pasado, cientos de trabajos en los que no fui contratada simplemente porque decidir ser honesta sobre mi enfermedad y mi toma de medicamentos.
Aunque me dio un enorme gusto ver una serie en donde la hermosa protagonista, pelirroja y despampanante, termina padeciendo una enfermedad mental, no me sentí enteramente identificada. Tal vez porque evidentemente NO SOY ANNE HATHAWAY, la protagonista no era una feminista abortista, bisexual, que todos los días teme ser violentada sexualmente o asesinada, tanto ella como su esposa.
Y es que en México lo único que necesitas es ser mujer para que termines tirada en la carretera o violada por policías. No importa si tienes seis o sesenta y cuatro años. De todas maneras se van a meter a tu casa a violarte y asesinarte.
Sin embargo, ver esta serie me llevó a caer en cuenta de que en mi círculo de amor ya profesamos un amor moderno basado en cuidados y responsabilidades con la otra persona. En este hermoso círculo que mis hermanas y yo hemos comenzado, procuramos no tener reglas, sólo escuchar, contener, consolar, apoyar, aconsejar cuando se requiera, pero sobre todas las cosas, AMARNOS y estar todas para todas.
Para mí fue muy difícil crecer con un trastorno mental que me obligaba a quedarme en cama, también fueron difíciles los años que pasé tomando medicamentos, antidepresivos, ansioliticos, anticombulsivos y estabilizadores del estado de ánimo. Hubo momentos oscuros de tentativa de suicidio, pues no me parecía que la vida que vivía fuese una vida con la que quisiera continuar, quería terminar con mí sufrir.
Hoy me siento inmensamente afortunada del amor moderno que profeso, de las hermanas que me he encontrado y de todo el cariño, amor, cuidado y también enojo, porque estamos enojadas pero no estamos solas. Y esa es otra cosa del amor moderno, que incluso en medio de la furia, del fuego, de la manifestación, todavía nos estamos cuidado, cuidando que nada le pase a la otra, aunque ni siquiera sepamos su nombre.