Airhole

Surreal Portraits Exploring Isolation By Ben Zank.

Nadie más vendrá a decirte las palabras que quieras escuchar. Ni a sostener tu mano con la caricia exacta, ni abrazar tu corazón con la suficiente delicadeza, ni arroparte como soñaste cuando eras niña.

Solo vemos lo que tuvimos.

Solo amamos como vimos amar.

Solo quisimos sobrevivir.

Y así sigues, con esa misma idea, día con día se alimenta de las mismas palabras. De cosas inexistentes, de sentimientos estúpidos, de invalidez.

Un mundo imaginario inexistente donde no sólo te refugias, también desapareces. Y no importa lo que digan, porque nada de eso es real ¿Verdad?

Respira, sigue respirando.

Mamá, ya no puedo con esto. Me quiero morir.

Quisiera ser como las demás. He pensado.

Pero me tocó ser quien soy. Tampoco puedo cambiarlo. Me ha costado trabajo aceptar mi cuerpa. Lo mío no son los concursos.

Lo mío es desgarrarme, gritar.

Lo mío es deshacerme, deshebrar la carne, quitar el pellejo, dividirlo, quitar lo que siempre odié. Y quedarme con nada.

Ojalá no fuera mi culpa.

Nadie vendrá a decirte que no lo es.

Nadie vendrá a decirte que eres suficiente, que vales la pena. El daño está hecho.

Y el daño estuvo hecho siempre.

No me dieron oportunidad. Quien abusó sexualmente de mí a los cuatro años, no me dio oportunidad. Escuchar todo el tiempo que lo que haces está mal, tampoco fue darme una oportunidad. Crecer con la idea de que todo lo que harías sería insuficiente… No hubo oportunidad.

Hasta hoy.

Nadie vendrá a decirte que te ama.

Más que tú.

Nadie más vendrá a socorrerte o abrazarte o besarte o consolarte…

Más que tú.

Sólo fuimos lo que vimos.

Sólo amamos como los vimos amar.

Y eso no era amor.

Y tampoco lo es “esto”.

Por mucho que has intentado, cariño, no sabes cómo amar.

Y lo sigues haciendo.

Y tendrás que seguir haciéndolo.

Porque nadie más vendrá a tranquilizarte,

O consolarte,

O amarte como tu quisieras, de esa forma desgarradora, entregada, apasionada, ilimitada, esa fuerza que lo consume todo.

Más que tú.

Amor moderno bajo la sombra de un trastorno mental

En una reunión con mis amigas (mi círculo de amor y cuidado) hablamos sobre series de TV. Una de ellas nos recomendó Modern Love, y aunque tiene un par de episodios rescatables (específicamente aquellos en los que salen Tina Fey y Anne Hathaway) fue una serie que por momentos me aburrió.

Lo que sí es que me dejó con este pensamiento de qué es lo que significa amor moderno cuando eres mujer feminista, vives un trastorno mental y cuáles son las implicaciones de éste viaje en mujeres como yo. Y aclaro, este viaje es meramente personal, no vengo aquí bajo ninguna filosofía.

Para quienes vieron el episodio de Anne Hathaway recordarán que nuestra protagonista sufre de un trastorno mental: bipolaridad, el cual le impide desarrollarse de manera funcional. Puede lograr sus objetivos profesionales, (con mucha dificultad) y pareciera que vive una vida de ensueño, después de todo, vivir en Nueva York en un departamento tan chingón como el de ella, ya debe ser un sueño ¿no?.

Hubo cosas que me hicieron sentir conectada con ella, especialmente su periodo escolar, aunque yo asistiendo a una universidad pública, obviamente. Sin embargo hubieron cosas que no me hablaron a mí, una mujer de casi la misma edad de la protagonista, que vive con Trastorno Bipolar Tipo II.

En muchas de las historias de estos episodios todos tienen trabajos estables, departamentos de ensueño, vidas envidiables. En ninguno de ellos presencié la discriminación de ser feminista, el temor que vivimos las mujeres en México de ser violentadas sexualmente o asesinadas. En el Nueva York que me pintan no se siente esa vibra. Pareciera más que este amor moderno habla más por lo material, por el estatus, que por una estabilidad emocional o mental, excepto en los episodios que ya mencioné, donde sí se siente esa conexión de depresión, apatía, insatisfacción y la búsqueda de cambiarlo mediante la empatía y la terapia.

Empatía y terapia. Conceptos que no veo normalizados en México. Cuando comenzaron las marchas feministas el gobierno y los ciudadanos estaban ( y están) más preocupados por las afectaciones a monumentos nacionales, o estaciones del metrobus que quedaron funcionales EN MENOS DE DOCE HORAS, que por las nueve mujeres que mueren asesinadas diariamente.

Qué alivio poder llegar a la oficina y comentarle a mi compañera de trabajo los aprendizajes a los que llegué en terapia, desafortunadamente la salud mental es tabú todavía, lo cual me parece sumamente estúpido. Que buscar tu sanidad mental sea considerado una locura. Todavía es el día en el que en mi trabajo actual no saben que soy Bipolar, debido a la discriminación que he sufrido en el pasado, cientos de trabajos en los que no fui contratada simplemente porque decidir ser honesta sobre mi enfermedad y mi toma de medicamentos.

Aunque me dio un enorme gusto ver una serie en donde la hermosa protagonista, pelirroja y despampanante, termina padeciendo una enfermedad mental, no me sentí enteramente identificada. Tal vez porque evidentemente NO SOY ANNE HATHAWAY, la protagonista no era una feminista abortista, bisexual, que todos los días teme ser violentada sexualmente o asesinada, tanto ella como su esposa.

Y es que en México lo único que necesitas es ser mujer para que termines tirada en la carretera o violada por policías. No importa si tienes seis o sesenta y cuatro años. De todas maneras se van a meter a tu casa a violarte y asesinarte.

Sin embargo, ver esta serie me llevó a caer en cuenta de que en mi círculo de amor ya profesamos un amor moderno basado en cuidados y responsabilidades con la otra persona. En este hermoso círculo que mis hermanas y yo hemos comenzado, procuramos no tener reglas, sólo escuchar, contener, consolar, apoyar, aconsejar cuando se requiera, pero sobre todas las cosas, AMARNOS y estar todas para todas.

Para mí fue muy difícil crecer con un trastorno mental que me obligaba a quedarme en cama, también fueron difíciles los años que pasé tomando medicamentos, antidepresivos, ansioliticos, anticombulsivos y estabilizadores del estado de ánimo. Hubo momentos oscuros de tentativa de suicidio, pues no me parecía que la vida que vivía fuese una vida con la que quisiera continuar, quería terminar con mí sufrir.

Hoy me siento inmensamente afortunada del amor moderno que profeso, de las hermanas que me he encontrado y de todo el cariño, amor, cuidado y también enojo, porque estamos enojadas pero no estamos solas. Y esa es otra cosa del amor moderno, que incluso en medio de la furia, del fuego, de la manifestación, todavía nos estamos cuidado, cuidando que nada le pase a la otra, aunque ni siquiera sepamos su nombre.

“Me encanta hacer reír a las personas. De pequeña lo aprendí de la carcajada de mi madre. Que es mejor reír, reír, reír… que gritar. Porque gritar no es suficiente. Gritando el dolor no desaparece. Porque el dolor mata. Y porque estamos muertos hasta que volvemos a reír”.

No soy una escritora

monicaesan

No soy una escritora. No soy Rosario ni tampoco Virginia. La tragedia no ha sacudido mi vida como a la de Ana. Me falta vocabulario, disciplina y consistencia.

Soy mediocre…

Me ocupo más de generar muecas, risas o gestos en las otras personas, estoy en constante búsqueda de una reacción genuina que me haga olvidarme de las absurdas tareas de la vida cotidiana.

Soy mujer.

Al principio no quería serlo. Me costó tiempo aceptarlo. Yo quería ser como mi hermano. Aquél hombrecito que idolatraba mi padre, el simpático, ingenioso, tocador de guitarra, el jugador de futbol. El fuerte. No como yo, una niña que sentía demasiado.

Como dirían por ahí —ese siempre ha sido tu problema— Exceso de sensibilidad.

No entiendo cómo alguien puede sentir una emoción sin desbordarse por completo. Rehúyo de los conceptos balance y equilibrio. O siento todo o siento nada.

No soy escritora pero aquí estoy, escribiendo.

Soy curiosa, noble, a veces ingenua. Soy romántica…

Soy, soy, soy… Me faltan las palabras que lo describan, me sobran en las manos todos los —no soy—.

No soy escritora, no pertenezco al gremio. Ningún escritor se ha puesto la mano en el pecho, se ha acercado y me ha dicho —Oye niña, tienes algo, tal vez talento, sigue con lo tuyo—. Al contrario. He sido atrevida en cometer errores que grandes escritores han catalogado como “piezas aburridas y sin sentido, contastantes errores gramaticales, ni un principiante podría cometerlos”.

No soy escritora ni mucho menos principiante.

Soy voraz. Cada noche me engullo hasta desaparecerme. Insaciable apetito, mi platillo predilecto, el esqueleto de pescado que remuevo con delicadeza. Soy la piel quemada, el músculo cocido. Soy la falta de palpitación.

No soy madre pero les juro que soy mujer, soy una persona.

Soy el último suspiro desconsolado y cansado que libero antes de dormir. Soy el vacío y el silencio que esta noche rodea mi casa. Soy el único gesto genuino que ocurre en mi habitación.

Soy quien está aquí.

No soy Pita, ni Antonieta, no soy Nahui, ni Beatriz, tampoco Amparo ni Guadalupe.

Soy…

La torre que se derrumba, el árbol que un rayo ha partido en dos, soy el Emperador que cae de lado, soy la extraña y curiosa coincidencia que me resulta irrelevante. Soy el grito de luz que emana de mi pecho. El que no existe porque nadie puede escuchar. Y no.

No soy una escritora.

| 8 de julio |

 

Todos me ven. Pero no. Algunos andan pensando ¿qué le pasa a la niña? ¿por qué tan de malas? ¡Sonría!

Se me olvidaba que estoy para eso. Verme bonita ¿Qué no es ese el escenario de todas las mujeres? Lucirnos. Sonreírles. Complacerlos. Estar ahí para todos. ¿Cómo es que alguien que sólo vive para eso, pueda fallar en lo único que tiene que hacer?

Tal vez es porque no le estoy -echando ganas-. Estoy segura que es por eso. La falta de actitud. Muy pronto y en cuanto pueda. Voy a decirle a mi voluntad por vivir, que olvide todo lo que está sintiendo, todo lo que ha aprendido, y se concentre en. Estar bien.

Voy a salirme de mí misma, verme de frente y decirme. Basta. Basta con todo esto. Tienes que verte bien. Estar bien.

Porque al final se trata de esto, ¿cómo no pude verlo antes? ¡Qué tonta! No es llamarme -maldito puerco- todas las mañanas cuando me miro al espejo. Tampoco es decirme -pedazo de mierda-. No. No. Es que no le estoy echando ganas. No estoy teniendo la actitud correcta.

Entonces ¿qué fue lo que aprendimos hoy en la mañana cuando salimos a la calle? Después de haber pasado la mañana tirada en cama. Soltando lágrimas. Balbuceando que estoy sola y que tengo tantas ganas de saltar. Que tengo que echarle ganas. Claro. Todo es cuestión de actitud.

¿Qué haces cuando estás deprimida?

Me contengo porque no me gusta llorar en el trabajo. ¿Qué me hace llorar? Creo que son las mismas cosas de las que platicaba ayer con una amiga: sentirme sola, insatisfacción profesional, insatisfacción creativa, la mortalidad de mi hermano, la tristeza con las que mis padres tratan de seguir con su vida, la forma tan extraña que es seguir con tu vida cuando la vida pasa.

Escribo pero cuando estoy deprimida no encuentro las palabras exactas que describan la angustia que siento. Me refugio en los libros, en la narrativa, en las historias de otras mujeres como yo que se sintieron solas, insatisfechas, abandonadas.

Escucho música, así como en las letras, en las sinfonías musicales encuentro abrazos que me sujetan y consuelan.

Pienso en que no quiero morir, en que mis padres se pondrían muy tristes, en que nunca se perdonarían cómo es que, viviendo tan cerca, jamás pudieron escuchar mis gritos de desesperación, cómo es que no pudieron detenerme… Pienso en mis sobrinos, en que tal vez el mejor ejemplo que puedo darles para seguir adelante con su vida, es seguir adelante con la mía. De alguna forma me doy fuerza para ir a trabajar y no quedarme encerrada en mi llanto, sofocada en mi angustia.

Trabajo, simulo que llevo una vida feliz, platico con mis amigos, cuentos chistes ácidos que divierten a todos.

Pero siempre regreso a casa, a esas cuatro paredes con las que soñé tener cuando tenía trece años y me ponía a escribir en el baño; pensaba “llegará un día en el que pueda escribir donde sea sin pensar en que despertaré a alguien”. Las mismas cuatro paredes que en días como hoy no significan…

Qué hago cuando estoy deprimida…. tratar de sobrevivir.

| Suspiro |

Es difícil decir lo que sientes,

entenderlo para ti…

pero es mucho más difícil verbalizarlo y que nadie pueda escucharlo.

Como una idea que murió al ser pronunciada,

un suspiro que se borró con la fuerza del viento una vez que salió de tu cuerpo.

Pesadilla en 5 de septiembre

Pesadilla-monicaesan

Tuve una pesadilla horrenda, soñé que era feliz. Estabas ahí, con tu cabello rizado y tu risa estruendosa. Y tus ojos tan tristes y distraídos.

Mi único consuelo fue despertar diciéndome: “Pero esos ojos los viste alguna vez, observándote”. No era una ilusión ¿cierto? Me miraste así, lo recuerdo, como enamorándote.

 

Compilación artística: El jaguar negro |Prosa|

FullSizeRender

Este es el año de la crisis de los treinta, donde los veintinueve no existen. El año en el que retomo terapia y termino mi novela, ese fantasma que me ha venido acosando desde hace tres años y que no he podido culminar. Es el año de una etapa creativa magnífica.

Y como parte de mi etapa creativa -en la que no me escondo y saco todo- llega esta compilación artística, algunos textos en verso, narrativa, prosa. También quiero terminar una canción pero eso aún sigue en proceso.

Es tan distinto utilizar la palabra crisis de una forma positiva, creo que soy lo más positiva que he sido nunca.

****

Ideas

diluídas,

esparciéndose sobre el lienzo,

ténues colores

se pierden bajo la luz de mi lámpara.

.

Son

los golpes del vecino arreglando el clavo

que sujeta al cuadro,

el suave tintineo de la campana

a la cual deposité demasiada fé.

.

Soy

el recuerdo olvidado,

distraída por otro rostro

y otra voz,

otra sonrisa,

atuendo,

caricia,

abrazo,

beso,

amor.

-4 de julio de 2016

*******************

Ninguna explicación podrá satisfacer la sed de mi respuesta. Tocaría miles de puertas para encontrarte. Mi espalda gris, tu última imagen: recuerdo.

Nada.

Un enorme océano.

Playa

y la isla desierta.

Mi extranjera.

-4 de julio de 2016

 

|El ansiado regreso de Mulder y Scully|

xfiles

Advertencia: este escrito no contiene ninguna clase de spoiler y simplemente está basada en la opinión de una niña de doce años fanática de The X- files, que en realidad tiene veintinueve y cumplió su sueño de presenciar el regreso de la mejor serie de TV. 

Si creciste en los noventas seguro conociste a Mulder y Scully. Unos agentes del FBI muy hot (sueño húmedo de muchos, por supuesto me incluyo) que iban tras la búsqueda de la verdad, resolviendo casos paranormales, sin explicación aparente: The X Files.

Los conocí cuando tenía aproximadamente diez años, mi primer “despertar” a la “realidad”. El intro solía provocarme mucho temor, lo escuchaba desde mi cuarto cuando me hermano mayor solía ver el programa. Una noche, harta de tener pesadillas con objetos voladores no identificados, decidí mirarlo a escondidas, desde el pasillo que daba a la sala.

El episodio era Never Again de la cuarta temporada, aún recuerdo perfectamente la escena en la que Scully se hace un tatuaje “Preciosa”, pensé.

Mulder y Scully -y obviamente Chris Carter- me adentraron a la literatura, a series de TV, música. Mis primeros escritos fueron los muy conocidos fanfic (episodios que los fanáticos escriben, basados en los personajes de Chris Carter). Simplemente amo a estos sujetos. Una total inspiración.

Tener doce, en secundaria y crecer durante años con un par de personajes, te cambia la vida. Supongo que la edad fue crucial porque me enamoré, obsesioné con ellos. Comía, bebía, veía, hablaba de The X files, incluso mis sobrinos dibujaban a Mulder y Scully (realmente maravilloso).

Como cualquier maldita relación, fueron muriendo. No quise aceptar su fin –nuestro fin-. No podía conmigo, ¿qué sería de mí sin Mulder y Scully?

Fui perdiendo la emoción por películas y series de TV. Me albergaba en Californication, Crisis, Hannibal. En Robot Overlords (por favor no la vean nunca), Straightheads (some nipple action), Mr Morgan’s Last Love, pero ninguna serie o película me provocaron nunca la emoción que Mulder y Scully, con linternas y pistola en mano, tratando de ir en búsqueda de la verdad, una verdad negada por el gobierno para el cual sólo funcionamos como conejillos de indias y esclavos.

Y ayer, veinticinco de enero de 2016, después de ocho años de espera (y una pésima película como lo fue I want to Believe) mis adorados Mulder y Scully regresaron a la pantalla chica de muchos fanáticos como yo, a quienes su corazón se aceleró desde el comienzo, palpitando al unísono el intro de la canción.

Amé ver The X Files con la clase de efectos especiales que se merece. Amé los diálogos entre Mulder y Scully, amé ver a Joel McHale coqueteando con Scully (y amaré más si en algún episodio sale sin playera, go google Joel Machale body, you’re welcome). Amé las miradas entre Mulder y Scully, amé cada una de sus interacciones. Al terminar me dejaron como aquella niña de doce años ansiosa del próximo episodio, con la angustia del qué sucederá.

No pude conmigo y tuve que escribir sobre la bonita travesía que fue admirar nuevamente a los amores de mi vida. Si nunca han visto The X Files, esta es una excelente manera de conocerlos, perderse en una miniserie de ciencia ficción de seis episodios con muy buena narrativa y efectos especiales. También se pueden echar un ojo, como yo, porque maldita sea, que tener la edad que tienen (David Duchovny y Gillian Anderson) y verse ASÍ DE BIEN, Damn.