Cómo será, me pregunto, y después ya no puedo detenerlo. Se escapa y encierra en una pequeña nave de cristal. Sale expulsada del interior de mi cabeza dispuesta a depositarse en el espacio entre tus ojos. Quiere mirarte en un espejo y decirte en el oído aquellas cosas que piensa de ti y no se atreve a decirte.
Avanza lento, van más allá de lo que hicieron otras exploraciones, que por miedo, se detuvieron antes de llegar a tu cuerpo.
La primera tripulación decidió observarte desde afuera, admirarte. Examinar tu caminar a distancia, la forma en la que algunas veces bajas la mirada. El viento rozando tu cabello, el dulce rastro de aroma del choque entre ellos, el compás del movimiento en tu cadera al caminar.
La segunda aterrizó cuidadosamente en tu espalda. Se asentó bajo el relieve de tu espina dorsal. Al quinto día, mientras levantaban el campamento, descubrieron el hueco que hacen los huesos de tu cuello al voltear, la curvatura del lóbulo de tu oreja: se enamoraron de ese lugar.
La tercera nunca pudo despegar de tierra.
Y así salieron, una a una, ninguna pudo regresar. Hubo algunas que decidieron hacer mundos en los alrededores de tu espacio. Se construyeron en el hueco entre la pared y tu almohada, en el rincón oscuro de la alacena. En la cajonera de tu alcoba, junto a los cubiertos de la cocina; en el techo de tu cuarto para verte despertar.
No tienen miedo, no. Llevan dando varias vueltas. Avanzan rápidamente alrededor de tu rostro, pasan muy cerca de tu nariz, bajan hasta tu cuello: a la curva que delinea tu hombro. Quiero tanto que aterrice ahí, para besar ese dulce espacio, olerlo, morderlo.
Si tan solo pudiesen guardarse en tu interior…
Se almacenarían en la pasión que emanan tus ojos, en la ternura e intensidad de tus palabras al hablar. Se guardarían en cada célula de tu cuerpo, en los vasos sanguíneos de tus pulmones, en cada lágrima que hasta hoy haz tenido que llorar.
Cuántas tripulaciones más, me pregunto. Basta de permitirles el paso, no más permiso de volar a las naves cristalinas que salen del interior de mi cabeza. No más pensamientos perdidos entre el espacio entre tú y yo.
De qué otra manera habría de ocurrir que no fuese esta. Esta que para ti no existe y para mí es tan irreal. Todos estos universos, todas estas posibilidades que nos he creado en donde estás conmigo y donde te vas. En el que te dedico mi suspiro final…
La última tripulación me ha enviado una señal. Lentamente me guía hasta el final del espacio, acercándome a ti, no hay suficiente oxígeno… Silencio. Oscuridad.
Y de entre todo ello, tu hermosa silueta inundándose en el fondo del mar. Tus ojos negros, grandes y bellos, el dulce néctar de tu cuerpo que ansío probar. Te pierdo mientras te me desvaneces en el agua, clavada en la profundidad de mi corazón.
Indicadores de alerta alrededor, por favor que no suceda. La tripulación enloquece, adrenalina bombeada al corazón, cientos de naves cristalinas salen del interior de mí cabeza y se esparcen a tu alrededor. El espacio ha terminado, me ha llevado a enfrentarte:
-Te amo-