Mi casa,
la que no quiero ver hoy,
la que me hace sentir abandonada,
termitas que comen mi alma,
madera débil, punto final.
La cama que me pudre la espalda,
que se entierra en mi espina dorsal,
pasaje donde sólo se albergan pesadillas.
Mi casa,
la que me asfixia y apodera,
que guarda con ternura mis palabras,
nido de energía creativa
remojado en lágrimas de soledad.
Los gatos que me aman,
con maullidos anuncian el alba,
pelaje grueso esparcido por el cuarto
con ojos tiernos y curiosos que me hacen sonreír.
Mi casa,
la que me grita que estoy sola,
la que no quieren compartir,
la que me envuelve entre sus brazos,
aquí me puedo destruir,