| Tic, tac, callada |

Existe un enemigo interno, un impulso eléctrico que con chispazos sutiles me ahoga el cuerpo. Son las voces de la infancia, los gritos del abuso, el dedo índice del compadre rozándome la espalda, el suspiro de una muerte anunciada.

El arte de hablar, ridículo e innecesario. No digas nada. Porque va a enojarse, molestarse, porque no le interesa tu mirar. Quédate callada, niña, nadie le pidió a tus labios respirar.

Lo hablado, lo ignorado, lo oculto, lo ahorrado. Todo lo que me guardo y “olvido”, termina siendo el rompimiento del vínculo, la desesperanza en el pecho vacío.

Me consume desde los labios hasta el interior de mis piernas. Sed amarga… seca. Saliva incandescente, gloriosa, suspiro cálido y sensual que me hace olvidar y recordar.

No somos nada cuando no soy lo que quiero. No somos nada cuando aún te veo, verlo.

Callada.