Dientes afilados que mordisquean mis entrañas sin pausa, manos que palman el interior de mi garganta esperando escuchar el latido de mi corazón.
Ojos desorbitados, los he obligado a mirar sin fin el mismo ciclo. De pie y sin rumbo, sentada escuchando atentamente a mi propia voz.
Me das asco.
Lo más cálido han sido nuestras lágrimas, nos hacen sentir con vida. Despiertas.
No busco palabras, de nada me sirven si no puedo consumirlas. Para la de los dientes afilados, que no sabe utilizar los cubiertos con los que podría partirlas, son pedazos de materia que no sirven para nada.
Estamos encerradas. Sin luz.
Cabello sobre rostro, como cuando tenía quince años. Qué chistosas que son las regresiones. Por un lado me jacto de madura y de fuerte, por el otro, sigo siendo el mismo cerdo que nadie se quiere coger.
Dicen que los sueños son todo. ¿Y si dejas de soñar? ¿en qué cama descansarán ellos? para que no se quieran aparecer. Debe ser muy suave y ligera.
No como este cuerpo pesado, pasado del gusto personal.
La sombra que me muerde porque la he dejado de alimentar, la cuchara con la que come no la sabe maniobrar. Usa los dedos, arranca mi carne con las uñas y me mastica. Los dientes afilados la luz, la carne el morir.