El viento toca mi rostro y me da una sensación única, me detengo a mirar hacia mi alrededor y me doy cuenta que el sentimiento que existe en mi ser en ese momento es único, jamás lo volveré a sentir.
Veo su cabello entre los arbustos, veo su cabello quebrado y claro corriendo alejándose de mi, escucho su voz, sus quejidos agudos y sus risas, el sonido de su sonrisa es el sonido más intenso que he sentido, es la música más renovadora. El mejor sonido.
Veo sus pequeños pies dando pasos apresurados, sus zapatos cafés dejan huellas sobre el pasto húmedo, sus manos acarician los arbustos y alborota el líquido que reposa sobre ellos y me moja el rostro, es como despertar con el mejor de los rocíos, son las cosas sencillas las que nos humanizan.
Lo alcanzo y luego lo pierdo y me veo ahí, junto al lago, con el peor de los sentimientos, con el ahogo de penas y llanto, con la angustia, con el pesar y el dolo. El haber perdido algo que nunca había tenido.
Me abrigo con mis propios brazos y me alejo, miro el río por una última vez, acaricio los arbustos y me mojo en su rocío pensando en todas las cosas maravillosas que hay en mi vida y no obtener lo que en secreto siempre deseé.