Hay tantas cosas que quisiera decirte, tanto que quisiera contarte, cosas que me pasan todos los días y que sé que sólo tú entenderías. Algunas veces se me olvida que mi mejor amigo, quien me entendía y comprendía eras tú; que no soy mucho de amigos.
Sé que es un error, escribirte, sé que no debo molestarte, sé que ni siquiera debo de pensarte pero lo hago, todos los días te juro que lo hago. Me viene tu rostro a la mente, tu rostro hermoso y tus ojos y mi mente (como mi corazón) te ama y se adentra en ti, en tu idea. Eres la pura imagen de alguien que solías ser. Mi mente hizo lo que pudo y quedaron rastros, rastros que construyo de recuerdos que vivimos y me imagino un mundo que no existe, porque no estamos juntos.
Te amo y cada cosa que hago por mi bien lo hago porque no puedo más, porque me siento en la incertidumbre de si algún día habrás de regresar, si algún día volverás a mirarme en la forma en la que solías hacerlo, si volverás a sonreírme, si volverás a pensarme… quererme, si te volveré a ver.
Y cuando lo haga y lo sé, seremos distintos, no seremos los mismos, al chico que dejó mi casa aquella noche no volveré a verle, al chico que me cuidó cuando me operaron, no volveré a verle. Sus besos, sus abrazos, sus caricias, no volveré a verles, no volveré a sentirles. Te desprendes de mí, aunque tal vez nunca te tuve.
¿Por qué no me dejaste estar contigo? ¿Por qué quisiste pasarlo solo? Yo pude haber estado ahí, a tu lado, sosteniendo tu mano y decidiste soltarme, decidiste soltarme y ahora sabes que no volverás a mirarme.
Mi cuerpo, seco, como una fruta que se ha deshidratado, mi cuerpo vacío, sin sabor, sin color, las personas me pasan y las desconozco, las comidas no me vienen más, el humo del tabaco me despierta y se me viene una imagen, tú imagen. Mi cuerpo me odia.
Te llamo aunque sé que no estarás para escucharme, te llamo para decirte que esto me es muy difícil y que espero no sientas ni la mitad del dolor que aún me produce
tu ausencia.