Mis ojos, lágrimas, ansiedad. Nuestro primer beso. El color de su vestido, las publicaciones de Facebook.
No fui eso. No seré eso. ¿cómo me puede doler algo que no viví? Algo que no me tocó ver, pero sigue ahí. Cuando lo único que siempre quise fue hacerle reír.
El trabajo, las correcciones, el querer salir de ahí. Las llamadas, las risas, los videos que nadie quiere ver. La publicidad, maldita máquina opresora que se alimenta de nuestra felicidad.
Jaulas de pantallas, voces que se pierden en las historias de una red social. Estos son los pensamientos de una mente vulnerable que todos los días se terapea para poderse levantar.
Las caricias, el dulce néctar que se encierra entre sus piernas. Las mentiras que comenzaron como las cosas que no queríamos decir, los hombres que me buscan, las mujeres que me ignoran, que prefieren cruzar la calle antes de decirme “hola”.
Mis ojos, yo sentada en el mismo escritorio. Y se repite, una y otra y otra vez. Lágrimas, ansiedad. Despertar a su lado, respirar el aroma de su piel. Las publicaciones de Facebook, las fotografías que compartieron, el color de su vestido. Nuestro primer beso.