No soy una escritora. No soy Rosario ni tampoco Virginia. La tragedia no ha sacudido mi vida como a la de Ana. Me falta vocabulario, disciplina y consistencia.
Soy mediocre…
Me ocupo más de generar muecas, risas o gestos en las otras personas, estoy en constante búsqueda de una reacción genuina que me haga olvidarme de las absurdas tareas de la vida cotidiana.
Soy mujer.
Al principio no quería serlo. Me costó tiempo aceptarlo. Yo quería ser como mi hermano. Aquél hombrecito que idolatraba mi padre, el simpático, ingenioso, tocador de guitarra, el jugador de futbol. El fuerte. No como yo, una niña que sentía demasiado.
Como dirían por ahí —ese siempre ha sido tu problema— Exceso de sensibilidad.
No entiendo cómo alguien puede sentir una emoción sin desbordarse por completo. Rehúyo de los conceptos balance y equilibrio. O siento todo o siento nada.
No soy escritora pero aquí estoy, escribiendo.
Soy curiosa, noble, a veces ingenua. Soy romántica…
Soy, soy, soy… Me faltan las palabras que lo describan, me sobran en las manos todos los —no soy—.
No soy escritora, no pertenezco al gremio. Ningún escritor se ha puesto la mano en el pecho, se ha acercado y me ha dicho —Oye niña, tienes algo, tal vez talento, sigue con lo tuyo—. Al contrario. He sido atrevida en cometer errores que grandes escritores han catalogado como “piezas aburridas y sin sentido, contastantes errores gramaticales, ni un principiante podría cometerlos”.
No soy escritora ni mucho menos principiante.
Soy voraz. Cada noche me engullo hasta desaparecerme. Insaciable apetito, mi platillo predilecto, el esqueleto de pescado que remuevo con delicadeza. Soy la piel quemada, el músculo cocido. Soy la falta de palpitación.
No soy madre pero les juro que soy mujer, soy una persona.
Soy el último suspiro desconsolado y cansado que libero antes de dormir. Soy el vacío y el silencio que esta noche rodea mi casa. Soy el único gesto genuino que ocurre en mi habitación.
Soy quien está aquí.
No soy Pita, ni Antonieta, no soy Nahui, ni Beatriz, tampoco Amparo ni Guadalupe.
Soy…
La torre que se derrumba, el árbol que un rayo ha partido en dos, soy el Emperador que cae de lado, soy la extraña y curiosa coincidencia que me resulta irrelevante. Soy el grito de luz que emana de mi pecho. El que no existe porque nadie puede escuchar. Y no.
No soy una escritora.
eres la mejor no escritora que conozco.
te extraño mucho!
cuando nos vemos?