Tuve una pesadilla horrenda, soñé que era feliz. Estabas ahí, con tu cabello rizado y tu risa estruendosa. Y tus ojos tan tristes y distraídos.
Mi único consuelo fue despertar diciéndome: “Pero esos ojos los viste alguna vez, observándote”. No era una ilusión ¿cierto? Me miraste así, lo recuerdo, como enamorándote.