Esa mirada, ¿la has visto? la mirada triste y vaga que suelen regalarles a las cosas más monótonas de la vida. La imágen triste de lo que no eres.
Y ¿quién eres tu? sino un reflejo de mi imaginación, el objeto de deseo que no podría obtener y no hablamos de ese, la belleza, la verdadera belleza masculina de alguien que podría tener no por mi, ni mi figura, ni mi cuerpo, ni mi corazón herido, exactamente por eso, por su corazón herido, destrozado y aún lleno de lágrimas jamás habría de mirarme como cuando habla de ella.
Pero cuando duerme, en mis brazos, es como llorar, es como observarlo ahí, a lado mío siendo lo que es, mío y estando ahì, mi Tadzio, el que muchas veces creí imaginario, con su cabello brillante al Sol, con sus buenos modales, con su sonrisa y fue eso y lo recuerdo y me evoca a esa escena.
No sonrías, no deberías de sonreírle así a nadie.
Porque así fue, su sonrisa, Dios, su sonrisa, podría verle todo el día.
Y cuando con tu brazo me señalas las metas que deseas alcanzar, como cualquier explorador pequeño en búsqueda de aventuras, se me detiene el corazón, de ver la luz que te consume, la luz que te llena y que siempre has tenido, la luz de bondad y cariño, la luz que te hacen ese objeto de belleza que eres, para mi. La belleza sigue inancansable de mi persona porque esa belleza ya no es tangible para mi.
Me maravillo al verte.
Nadie dijo, que algún día tú y yo nos conoceríamos. Fue como si bajaras de un barranco, totalmente herido y me dijeras al oído: Voy a bajar, no sé por qué pero si lo hago, y si resbalo, ¿estarás ahí para sostenerme o pasarás de lado? Lo mismo me pregunto yo.
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