|Una vuelta alrededor del Sol|

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Hace tiempo que no platicamos, no recuerdo cuándo fue la última vez. Cuestiono si debería seguir hablando contigo, me pregunto si no será mi insistencia a invocarte lo que te mantiene tan cercano a mí. Tal vez no puedo dejarte ir.

Me he refugiado tanto en el diálogo imaginario que tenemos en mi cabeza, probablemente no conversaríamos de la misma manera si estuvieses aquí. No sería real, ¿qué es mi realidad? ¿Qué sentido tendría escribirte una carta? Pero eres real porque me estás sucediendo. Seguramente en algún punto del espacio y el tiempo, en una realidad muy distinta, estaríamos discutiendo esto.

Culpo a mi soledad por molestarte de nuevo, constantemente se me cruza esa idea por la cabeza: que avanzo por la vida molestando a las personas. Tan acostumbrada a caminar por la calle hablando sola.

La primera vez que lo notaste venía caminando de la tienda de regreso a tu casa. Me viste acercarme desde lejos y me alcanzaste a mitad del camino. “-¿Con quién habla?”, me preguntaste. “-Nadie-“, te respondí bajando la mirada. Me tomaste del brazo y me pediste no volver a ir a la tienda sola. Te preocupaste tanto por mí.

Me gusta esta realidad, este universo en donde podemos conversar, donde tus historias se almacenan y tu recuerdo es eterno. En el cual me des palmadas por la espalda o me tomes fuertemente de los hombros con tus manos. Me vendrían muy bien cualquiera de ellos.

                                                                                 ***

Han sido 365 días desde la última vez que te vi. No te has ido, eso me ha quedado muy claro, la flama de tu presencia y recuerdo sigue iluminando el camino de mi existencia. Me has enseñado tanto en veintiocho años.

He perdido amigos. El desempleo me ha pegado ya en tres ocasiones y la escuela ha sido suspendida de nuevo. No hay dinero. Me he sentido defraudada de mí, deprimida, estancada, con ganas de gritar al techo y romper espejos. Tu mano apenas perceptible, me toma del codo y me obliga a levantarme. ¿Cómo lo haces? No lo entiendo.

Me gusta pensar que te sentirías orgulloso de mí. Por mucho tiempo lamenté nunca haberte dado una copia de todas las cosas que escribí, que sentía vergüenza de enseñarte. Asumo que ha sido mi culpa y que no puedo regresar el tiempo. Pero hay que mirar hacia adelante, ¿no es verdad? Los Esquivel empiezan desde cero, honestos, sinceros… Si continúo escribiendo llegaré a algún sitio ¿cierto?

Tengo tanto que agradecerte: Fortaleza. Porque no importa lo mal que vayan mis días, ninguno de ellos será tan horrible como el de hace un año. No volveré a sentir mi corazón explotar en un montón de pedazos. Y tener que mirarla a los ojos. Tener que abrazarla y escucharla decir: “Su Papá Toño se nos fue”.

Amor a la vida. Levantarte con ánimo todos los días para sacar a una familia adelante. No importaba el frío, el viento seco. Cinco de la mañana y ya estabas despierto, haciendo tus movimientos de box, caminando sobre las calles de Sombrerete antes del amanecer. Respirar esa primera brizna de mañana. “¿Lo huele? ¿lo siente?”, me cuestionas. El silencio inundando el asfalto de piedra y el peñasco tirando pedazos finos de tierra.

Ir tras tus sueños. Hacer lo que te gusta hacer. Amar lo que haces. Llegar a casa y amarla. Agradecer. A la vida, a Dios, en lo que creas. Amar a todos por igual.

Me quedó tanto por aprender de ti. Durante un par de meses dormí con una de tus camisas hasta que en sueño me gritaste: “¡Basta! ¡No puedes seguir así!” Si el ansia y el nudo en la garganta detenían mi paso, con tu mano me dabas una leve palmada en la espalda. No me abandonaste nunca, ni creo que lo hagas. Si volteo a mi derecha aún te miro de pie, asintiendo con tu cabeza y exclamando: “Ya llegó la feria”.

Ahora me queda claro que tu trabajo aquí no ha terminado, pues la energía de tu esencia sigue latente dentro de nuestros corazones. De la familia que tan hermosamente formaste. Que se ayuda a seguir adelante.

Mi querido Papá Toño, fuiste más un segundo padre que un abuelo. Gracias por seguirme enseñando cosas nuevas. Por sonreírle a la desgracia en las caídas, por no tenerle miedo a las serpientes, ni a la vida, por llevarme al peñasco y respirar Sombrerete por primera vez.

Gracias por enseñarme a querer comenzar a vivir mi vida todos los días.

Te ama

Tu grandota.

P.D. Espérame del otro lado de la colina.

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