| 18 de febrero 2005 |

Se abre la puerta y entro yo,

con pasos firmes en el comedor,

con voz profunda me dirijo al director:

-cambia esa cara-, añádelo al guión.

En esta obra nadie sabe actuar,

tres personajes con mucho que retocar,

los tres hablan sin parar,

el director muere, con ellos no puede lidiar.

Una dice que está gorda y que quiere adelgazar,

la otra dice lo mismo pero gorda no lo están,

la tercera, exactamente igual,

no están contentas con el espejo, el espejo hay que cambiar.

Un personaje interesante entra en acción,

se cree muy guapo y seductor,

con voz grave, con voz agradable, le dice al director,

-yo quiero ser guapo, no lo digas, por favor-

Entonces entro yo,

todo el guión hay que cambiar,

los espejos, los lentes, las voces, hay que hacerlas callar,

pásame un lápiz, una pluma, una historia hay que contar.

Los papás juntos y atentos, las mujeres bellas y delgadas,

el hombre guapo, los amigos gratos,

los hijos perfectos, los labios bien marcados,

todo perfecto, todos contentos.

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