Nadie se va a morir hoy

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Nadie se va a morir hoy,

nadie va a terminar en el hospital,

a nadie le pondrán el ventilador,

ni terminará olvidado en un rincón.

Ni sábanas roídas ni olor a alcohol.

Te prometo papi, quédate tranquilo

que nadie se va a morir hoy.

*

Piensa en los viajes que vienen,

en las olas del mar,

la hielera en Acapulco.

las carcajadas de mamá,

piensa en la arena mojada,

en las retas de fut,

todavía te quedan muchos años papi,

nadie se va a morir hoy.

*

Cuéntame de tus pesadillas,

de lo molesta que es la inflamación,

de cómo los atardeceres de Sombrerete se transforman en una Selva espesa,

y de entre ella emergen las sombras,

“vienen a llevarme”, me dices,

y te aprieto la mano bien fuerte.

Papi nadie ha venido a llevarte.

*

—No puedo dormir,— me dice,

ni respirar bien,

me siento harto y desesperado,

como si algo que no entiendo estuviese pasando,

es mi propia vida y no la entiendo,

son alucinaciones complejas,

la cabeza me mata,

este perro virus no me suelta,

¿Cuánto me falta para salir?

*

Amaneció con oxigenación en setenta

y tuve que recordarme

que nadie se va a morir hoy.

Que prometí no llevarlo al hospital,

ni que le pusieran el ventilador,

tuve que agarrarme bien fuerte, de dónde pude,

y mentirle tal vez, porque con este virus no hay ninguna certeza,

no cuando los días sólo parecen empeorar,

y tuve que mirarlo a los ojos, apretarle la mano, agarrarle los hombros,

sin derrumbarme,

—Papi te prometo que nadie se va a morir hoy,

nos quedan muchos años por vivir,

tantos viajes juntes, mi boda,

esto no se va a quedar así—

Porque aunque no tuviese la respuesta correcta

lo único que sabía dentro de mí era eso:

nadie se va a morir hoy.

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