Dentro de mí quién habla

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Me faltan las palabras para hablarme,

estoy presente y al mismo tiempo añoro

toda aquella que no puedo ser,

me falta la paciencia y el cariño para no castigarme.

*

No quiero ser así

y así soy,

abrí mi cuerpa y no la he podido cerrar,

cualquier diálogo es amenaza,

cualquier amenaza la hiere.

Una tortuga sin caparazón acostumbrada a cargar de sí.

*

Algo cambió,

creo que fue cuando creí que mi papá se iba a morir,

que mi mamá se iba a morir,

que mi abuelita se iba a morir,

que mi tía se iba a morir,

y me quise morir con ellos.

*

Cinismo para que no me importe,

fortaleza para seguir,

hambre para comer,

amor para vivir,

caricias para sanar,

besos para sonreír.

*

La espera del Robot que se transforma en humano,

el humano que se siente Robot,

el espacio de tiempo que me tardo en volver a respirar,

arrastrada por mi propio mar,

olas con la única determinación de ahogarme.

*

En este lado del mundo nada florece.

Nadie se va a morir hoy

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Nadie se va a morir hoy,

nadie va a terminar en el hospital,

a nadie le pondrán el ventilador,

ni terminará olvidado en un rincón.

Ni sábanas roídas ni olor a alcohol.

Te prometo papi, quédate tranquilo

que nadie se va a morir hoy.

*

Piensa en los viajes que vienen,

en las olas del mar,

la hielera en Acapulco.

las carcajadas de mamá,

piensa en la arena mojada,

en las retas de fut,

todavía te quedan muchos años papi,

nadie se va a morir hoy.

*

Cuéntame de tus pesadillas,

de lo molesta que es la inflamación,

de cómo los atardeceres de Sombrerete se transforman en una Selva espesa,

y de entre ella emergen las sombras,

“vienen a llevarme”, me dices,

y te aprieto la mano bien fuerte.

Papi nadie ha venido a llevarte.

*

—No puedo dormir,— me dice,

ni respirar bien,

me siento harto y desesperado,

como si algo que no entiendo estuviese pasando,

es mi propia vida y no la entiendo,

son alucinaciones complejas,

la cabeza me mata,

este perro virus no me suelta,

¿Cuánto me falta para salir?

*

Amaneció con oxigenación en setenta

y tuve que recordarme

que nadie se va a morir hoy.

Que prometí no llevarlo al hospital,

ni que le pusieran el ventilador,

tuve que agarrarme bien fuerte, de dónde pude,

y mentirle tal vez, porque con este virus no hay ninguna certeza,

no cuando los días sólo parecen empeorar,

y tuve que mirarlo a los ojos, apretarle la mano, agarrarle los hombros,

sin derrumbarme,

—Papi te prometo que nadie se va a morir hoy,

nos quedan muchos años por vivir,

tantos viajes juntes, mi boda,

esto no se va a quedar así—

Porque aunque no tuviese la respuesta correcta

lo único que sabía dentro de mí era eso:

nadie se va a morir hoy.

Todo esto que me hice a mí

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Me vendí o me traicioné,

no tengo con quién hablar,

antes no lo quise ver,

me funcionaba el ignorar.

Arrepentida, dolida, deshecha, caída,

arrastrándome sobre el pasillo de una casa que no es mía.

*

Estática y sin voz,

me achiqué como acto de devoción.

Sutil y bien intencionado este abandono,

distraído por el vaivén cotidiano de momentos satisfactorios.

*

Cualquier habitación es tu casa mientras en ella puedas escribir.

*

No hay más silencios,

nada es tan triste.

Culpables dentro de la misma historia

en la que ni siquiera me hiciste la protagonista.

Toda esta rabia, dolor, impaciencia,

toda esta insatisfacción,

de arrullarnos con cosas mundanas,

o el televisor,

sin tiempo de escribir,

espectadoras de nuestro propio teatro,

título de la obra: todo esto que me hice a mí.

*

Sin habitación ni casa,

aferrada a mi fragmentado caparazón,

cubierta de heridas pero de pie…

Enfrentándonos al fin.

*

De frente

cuchillo en mano, qué curioso encontrarnos así,

tú, rabiosa, cubierta en llanto,

yo sonriente porque lo vi venir,

este baile que no termina nunca,

que inicia de nuevo, déjate ir,

que fui yo desde el principio la causante

de todo esto que me hice a mí.

Perdón

Usado en demasía,

agua que ya no nutre a las flores,

las ahoga.

Se esconde en cada mención

y va perdiendo significado,

o ganando espacio, muy a tu pesar.

Virus que se oculta en el cuerpo

que después va a devorar.

*

Herramienta de sobrevivencia,

palabra única que cesó la furia,

misma agua que apagó el fuego

antes de ahogar a las crías,

cura agría a la enfermedad familiar,

que amputó mis labios, sí,

pero apenas si pude hablar.

*

El silencio a los incesantes e hirientes gritos y demandas:

“Perdón, mamá”.

Diálogos escritos que desconocen el sonido de nuestra voz

Pequeña Mónica

Mirada perdida eres constante,

el rostro erosionado al que tiendo a regresar,

la voz que he olvidado, la que dolorosa se arrastra por mi garganta,

la angustia,

el dulce e ingenuo salto que pisa piedras y cruza charcos,

un ente eterno, a veces quieto…

*

Un grito en la distancia, una rodilla raspada,

el frágil cuerpo suicida…

Te debo tanto… Todo lo que fuiste me lo diste,

quieta de pie, jugando con tus manos,

quebrada por no haberme dado más.

*

Te escribo algunas noches, esperanzada con que algún día regreses a leerme,

te miento entre palabras para que creas que aún hay cosas que puedes cambiar.

No las hay, te enterarás al final de todos los cuadernos,

que nada de lo que hiciste fue excusa para tocarte,

que aquél cuerpecito quieto no tuvo culpa de absolutamente nada.

*

Está bien estar enojada, aunque sé que te obligo a sonreír,

a que rías, a que juegues, a pretender que nada aquí ha pasado,

solo para que por un momento podamos pretender que aún nos quedan carcajadas,

cuentos por leer, regalos por abrir…

*

Tengo una deuda contigo.

Y levantas la cara, con esos ojos negros bien abiertos y cansados.

Porque hemos vivido lo mismo una y otra vez ¿no es cierto?

Y me rompe, me mata,

saber que crecerás con esa angustia de creer que todo es tu culpa.

Nada lo fue.

*

Cuando nos dijeron que por nuestra culpa peleaban, no era cierto,

cuando nos dijeron que si decíamos algo, nos mataban, no era cierto,

cuando nos dijeron que lo merecíamos, no era cierto,

cuando nos asfixiaron para que no se escuchara nuestro llanto…

Mi niña, si no pudimos correr, o morderle, o empuñarle un cuchillo, no es ni nunca será nuestra culpa.

*

Es la sombra que no nos permite hablar,

la que no nos deja crecer,

la que nos obliga a vernos todo el tiempo sólo para confirmar que todo esto es real.

Y que no podemos escapar.

No hay lugar en este mundo en el que puedas esconderte.

*

No sé qué quieras a cambio.

Hace tiempo que, o lloras a gritos, o callas.

Y yo aquí tratando de entenderte sin hablarte, sin contenerte, ni abrazarte.

Siempre habrá un mejor lugar en el que podamos ocultarnos

pero ya pasó el tiempo de buscar.

No es momento de cerrar los ojos y perderse en el lienzo de nuestra pintura.

Está muerto.

Y su horrendo cuerpo no volverá.

*

¿Te he dicho que cada vez que estoy con un niñx me acuerdo de ti?

Y hago todas aquellas cosas que sé que queríamos pero no pudimos obtener.

*

Te avisto cuando camino por las calles, son mis momentos favoritos,

aquellos en los que jugamos a no pisar rayas, a que el suelo es lava,

instantes gloriosos en los que casi puedo tomarte de la mano,

entonces desapareces…

*

Daría lo que fuera por escuchar el sonido de tu voz diciendo: te amo.

Porque mi pequeña Mónica, yo te amo también.

| 50 |

rain

Cincuenta gotas de lluvia he contado
y esas cincuenta gotas no van a volver,
el dolor envuelto en forma de aguja
(¿recuerdas?, nuestros besos, las fiestas, las escapadas y vueltas de madrugada. Tus ojos verdes perdiéndose entre el viaje y la noche. Tu mano soltándome en la puerta de mi casa)

La más grande debes ser tú,
la más dolorosa, probablemente tú,
la más sangrante,
la que nunca cicatrice… yo.

Volando en círculos dentro de mi propia habitación,
me digo ¿a dónde quieres ir?
ahora que te ha ignorado,
que la has perdido,
que le has llorado.

Dime, Mónica ¿a dónde vamos a parar?
Tú podrías ser mi June Miller
y yo tu Anaís Nin.

Cincuenta gotas de sangre,
como las cincuenta gotas de lluvia,
cincuenta pensamientos nocturnos,
cincuenta oraciones ocultas,
cincuenta noches olvidadas,
mañana… cincuenta y una.

Jun-05

| Cuatro paredes blancas o el homenaje a la habitación de Virgina |

el cuarto

Mi casa,
la que no quiero ver hoy,
la que me hace sentir abandonada,
termitas que comen mi alma,
madera débil, punto final.

La cama que me pudre la espalda,
que se entierra en mi espina dorsal,
pasaje donde sólo se albergan pesadillas.

Mi casa,
la que me asfixia y apodera,
que guarda con ternura mis palabras,
nido de energía creativa
remojado en lágrimas de soledad.

Los gatos que me aman,
con maullidos anuncian el alba,
pelaje grueso esparcido por el cuarto
con ojos tiernos y curiosos que me hacen sonreír.

Mi casa,
la que me grita que estoy sola,
la que no quieren compartir,
la que me envuelve entre sus brazos,
aquí me puedo destruir,

| Lienzo de carne y pluma |

Cubierta de constelaciones de chocolate,
convirtió el techo de un cuarto en el espacio sideral
¿Le has visto los ojos al Sol?
Sin sostenerle la mirada…
Imponente belleza que roba mis palabras.

Dama. Diosa.
Su roce encendió las venas de mi cuerpo,
electrificadas, traspasaron cada capa de mi piel,
células reconstruidas desde el núcleo,
una a una,
entregándose a su ser.

Mujer. Majestuosa.
Dulces labios de vino y mar.
Mirada celeste, gris,
transparente.
Piel de mango y sal.

Brillante.
Como ninguna estrella.
Ajena.
Sin dueño.
Ni descubridor.
Creadora de su propia invención.

Oh, bendita lava
desde adentro me estremeces las entrañas.
Amada. Devota.
Libérame de la angustia,
de lo difícil y estremecedor,
calla los gritos,
quiébralos desde el interior,
siembra en mi tu hermoso reflejo,
imprégname tu fulgor,
silencia las voces, cielo negro,
apaga mi llanto con el sonido de tu voz.

|Diálogos de una mente vulnerable|

Tócame el pecho,

aquí resuenan besos olvidados,

tacto firme y seco, redefine mi piel.

*

Tócame el pecho (anda)

pero sólo una vez,

que si tu roce permanece

tendrás que irte y yo…

*

Tócame el pecho, maja…

deshazme de mí.