¿Qué haces cuando estás deprimida?

Me contengo porque no me gusta llorar en el trabajo. ¿Qué me hace llorar? Creo que son las mismas cosas de las que platicaba ayer con una amiga: sentirme sola, insatisfacción profesional, insatisfacción creativa, la mortalidad de mi hermano, la tristeza con las que mis padres tratan de seguir con su vida, la forma tan extraña que es seguir con tu vida cuando la vida pasa.

Escribo pero cuando estoy deprimida no encuentro las palabras exactas que describan la angustia que siento. Me refugio en los libros, en la narrativa, en las historias de otras mujeres como yo que se sintieron solas, insatisfechas, abandonadas.

Escucho música, así como en las letras, en las sinfonías musicales encuentro abrazos que me sujetan y consuelan.

Pienso en que no quiero morir, en que mis padres se pondrían muy tristes, en que nunca se perdonarían cómo es que, viviendo tan cerca, jamás pudieron escuchar mis gritos de desesperación, cómo es que no pudieron detenerme… Pienso en mis sobrinos, en que tal vez el mejor ejemplo que puedo darles para seguir adelante con su vida, es seguir adelante con la mía. De alguna forma me doy fuerza para ir a trabajar y no quedarme encerrada en mi llanto, sofocada en mi angustia.

Trabajo, simulo que llevo una vida feliz, platico con mis amigos, cuentos chistes ácidos que divierten a todos.

Pero siempre regreso a casa, a esas cuatro paredes con las que soñé tener cuando tenía trece años y me ponía a escribir en el baño; pensaba “llegará un día en el que pueda escribir donde sea sin pensar en que despertaré a alguien”. Las mismas cuatro paredes que en días como hoy no significan…

Qué hago cuando estoy deprimida…. tratar de sobrevivir.

| Eterno diálogo de una mente ansiosa |

Llanto animal, suspiros. Suaves plumas afiladas que aterrizan delicadamente sobre mis mejillas. Una vez que han caído comienza nuestro día. 

Demonios almacenados en anaqueles de vidrio estrellado. No nos atrevemos a abrirlo. De vez en vez caen al piso y construimos torres como si fueran platos sucios sobre el fregadero. 

Podemos sentir, caminar, sonreír, reír, besar, creemos que podemos amar. Observamos a la gente, la vemos carcajear de un chiste que no alcanzamos a escuchar.  

Detrás de los huesos, donde no existen músculos ni tiempo, se almacena una voz callada, un suspiro entrecortado, una sombra alimentada de incertidumbre, de pistas colocadas en muros digitales. De banderas rojas que emergen de la tierra que han sido sepultadas, suplicando por ser encontradas. 

Golpecito en la cabeza, sabes hacia dónde vas. 

“Y si llego temprano ¿estaré a tiempo? Tal vez debería caminar más lento. Tranquila, tranquila, vacía tu mente y respira. No sucumbas antes esto. Si llego temprano ¿estará lista? El barco zarpa y no nos veo corriendo para alcanzar a los demás”. 

Adicta a la necedad que me acorrala con sus ideas. Efecto dominó de posibilidades que no podemos controlar. Avalancha, angustia. No deberíamos estar solas, no dejes que nos rompan. 

El sol se esconde… 

La gente se asusta. Caminas sin avanzar, el círculo se hace grande, figuras geométricas que buscan responder a las carencias emocionales. Pinzas que me toman de las extremidades para colocarme de nuevo en nuestro frágil anaquel. 

Expertas en depresión y estamos recetadas para darte prescripción. Deberías vernos cuando salimos a bailar, parece que nuestro cuerpo pertenece a alguien más. Deberías vernos enamorar, pareciera que no nos importa lo que piensen los demás. 

Detrás de los ojos, donde se almacena el espíritu, existe una verdad imposible de expresar. Es el diálogo interminable que no podemos parar. Tren de pensamiento que sale de sus vías para asesinar a toda una villa. 

Llanto animal, desbordado, lágrimas torrenciales, suspiros. Pecho ahogado en angustia.  

Comienza otro día. 

| 50 |

rain

Cincuenta gotas de lluvia he contado
y esas cincuenta gotas no van a volver,
el dolor envuelto en forma de aguja
(¿recuerdas?, nuestros besos, las fiestas, las escapadas y vueltas de madrugada. Tus ojos verdes perdiéndose entre el viaje y la noche. Tu mano soltándome en la puerta de mi casa)

La más grande debes ser tú,
la más dolorosa, probablemente tú,
la más sangrante,
la que nunca cicatrice… yo.

Volando en círculos dentro de mi propia habitación,
me digo ¿a dónde quieres ir?
ahora que te ha ignorado,
que la has perdido,
que le has llorado.

Dime, Mónica ¿a dónde vamos a parar?
Tú podrías ser mi June Miller
y yo tu Anaís Nin.

Cincuenta gotas de sangre,
como las cincuenta gotas de lluvia,
cincuenta pensamientos nocturnos,
cincuenta oraciones ocultas,
cincuenta noches olvidadas,
mañana… cincuenta y una.

Jun-05

| El efecto sombra |

 

“El efecto sombra”, de mis cuentos preferidos. Gracias a la revista Penumbria por darme la oportunidad de compartirlo con ustedes. Un verdadero honor formar parte de estas bellísimas páginas digitales. Ya me dirán qué les pareció. 🙂

 

 

| Utopía suburbana |

utopia_suburbana

Mis manos secas se cuartean, entre sus líneas deslumbra el latido de mi corazón. Lo único que veo es oscuridad. No hay paredes ni techo pero la atmósfera cae sobre mi pecho. Su sonrisa me distrae pero no lo suficiente.

Las palabras que me decía ayer me estallan sobre el rostro, nadie cree en ellas. Como bailarina sobre la pista de baile, ansiosa me espulgo mi propia carne. En este orificio que se expande no habita nadie.

Las hojas crujen contra el sonido de mis pies descalzos, cuero volátil sobre mi espalda danzando hasta convertirse en llagas. Luces apagadas, mensajes vistos. Las palabras que me dije ayer no me dan esperanza.

El agua me sabe rancia y me erosiona la garganta hasta emerger de mi hueco. Cualquier idiota puede verlo. Su mirada me hipnotiza pero no lo suficiente. Atravieso vidrios y sillas, pantanos y piso reptiles que con su piel se impregnan hasta dejarme inmóvil.

Los besos de ayer desaparecen. Nadie puede verme. Quisiera caer sobre mi hueco hasta desvanecerme sin dar explicación.

Un lugar donde no sea ilusa, donde no tenga que ver mi rostro, el sitio donde no me sienta estúpida. La razón de que no exista nada. Cualquier imbécil puede verlo, sentada sobre la porcelana blanca ahogándome con mis propias palabras.

Luces apagadas, reptiles sobre el rostro, palabras que me hieren.  Sus ojos me distraen pero no lo suficiente.

Falsos cristales de esperanza

A Re.

Caireles negros ¿a dónde se han ido?, son las puertas y paredes de cristal quienes los tienen sostenidos. Sonrisa fingida que te has cansado de usar, palabras vacías que tus dedos se obligan a crear.

Te han cansado los pensamientos, los gusanos que se anidaron adentro de tu cerebro y tú sabes perfectamente quién los ha puesto. Le crecieron dentro de la memoria, esa que le obligaba a soñar noche tras noche la misma historia. Ellos sólo querían ser mariposas.

Negando su destino, como aquellos que fueron obligados a crecer dentro de un cráneo para morir asfixiados por su propio cuerpo. Así tu, tan vacía, han sido las puertas, los cristales, las estrellas. Han sido las ilusiones impuestas por la historia de que un hombre podría salvarle, en lugar de rescatarse de sí.

¿A dónde vas, Recuerdo? ¿Se te ha olvidado la memoria? No la sembrada o implantada, la real, esa que te obliga a despertar de vez en cuando para hacerte respirar. Sal, pero no estás encerrada, aunque si te acercas al espejo podrás ver que tu alma lleva presa demasiado tiempo.

Y yo aquí, mirándole de lejos, implorando porque crea, suplicando que se vea. Que no se pierda. ¡Sal!

No me hagas esperar, o imaginar ese escenario, que por mí sólo queda invocarlo para destruirlo con la misma fuerza que he construido historias, sin realidades…

Alternas…

Si tan sólo pudiese ser todo lo que ha querido….

Cuando ríe, cuando escribe, cuando escucha música. Cuando bromea, cuando siente, cuando se mira al espejo.

Cuando recuerda, (abre el frasco), cuando imagina (vierte las pastillas), cuando implora. Cuando se enoja, (se traga las píldoras), cuando sufre o se enamora.

Cuando no razona, (se acuesta en la cama), cuando no se mira, (la encuentra su hermana), cuando no respira (llama a la ambulancia), cuando llora.

 

 

|Diálogos de una mente vulnerable|

Tócame el pecho,

aquí resuenan besos olvidados,

tacto firme y seco, redefine mi piel.

*

Tócame el pecho (anda)

pero sólo una vez,

que si tu roce permanece

tendrás que irte y yo…

*

Tócame el pecho, maja…

deshazme de mí.