| Eterno diálogo de una mente ansiosa |

Llanto animal, suspiros. Suaves plumas afiladas que aterrizan delicadamente sobre mis mejillas. Una vez que han caído comienza nuestro día. 

Demonios almacenados en anaqueles de vidrio estrellado. No nos atrevemos a abrirlo. De vez en vez caen al piso y construimos torres como si fueran platos sucios sobre el fregadero. 

Podemos sentir, caminar, sonreír, reír, besar, creemos que podemos amar. Observamos a la gente, la vemos carcajear de un chiste que no alcanzamos a escuchar.  

Detrás de los huesos, donde no existen músculos ni tiempo, se almacena una voz callada, un suspiro entrecortado, una sombra alimentada de incertidumbre, de pistas colocadas en muros digitales. De banderas rojas que emergen de la tierra que han sido sepultadas, suplicando por ser encontradas. 

Golpecito en la cabeza, sabes hacia dónde vas. 

“Y si llego temprano ¿estaré a tiempo? Tal vez debería caminar más lento. Tranquila, tranquila, vacía tu mente y respira. No sucumbas antes esto. Si llego temprano ¿estará lista? El barco zarpa y no nos veo corriendo para alcanzar a los demás”. 

Adicta a la necedad que me acorrala con sus ideas. Efecto dominó de posibilidades que no podemos controlar. Avalancha, angustia. No deberíamos estar solas, no dejes que nos rompan. 

El sol se esconde… 

La gente se asusta. Caminas sin avanzar, el círculo se hace grande, figuras geométricas que buscan responder a las carencias emocionales. Pinzas que me toman de las extremidades para colocarme de nuevo en nuestro frágil anaquel. 

Expertas en depresión y estamos recetadas para darte prescripción. Deberías vernos cuando salimos a bailar, parece que nuestro cuerpo pertenece a alguien más. Deberías vernos enamorar, pareciera que no nos importa lo que piensen los demás. 

Detrás de los ojos, donde se almacena el espíritu, existe una verdad imposible de expresar. Es el diálogo interminable que no podemos parar. Tren de pensamiento que sale de sus vías para asesinar a toda una villa. 

Llanto animal, desbordado, lágrimas torrenciales, suspiros. Pecho ahogado en angustia.  

Comienza otro día. 

| 50 |

rain

Cincuenta gotas de lluvia he contado
y esas cincuenta gotas no van a volver,
el dolor envuelto en forma de aguja
(¿recuerdas?, nuestros besos, las fiestas, las escapadas y vueltas de madrugada. Tus ojos verdes perdiéndose entre el viaje y la noche. Tu mano soltándome en la puerta de mi casa)

La más grande debes ser tú,
la más dolorosa, probablemente tú,
la más sangrante,
la que nunca cicatrice… yo.

Volando en círculos dentro de mi propia habitación,
me digo ¿a dónde quieres ir?
ahora que te ha ignorado,
que la has perdido,
que le has llorado.

Dime, Mónica ¿a dónde vamos a parar?
Tú podrías ser mi June Miller
y yo tu Anaís Nin.

Cincuenta gotas de sangre,
como las cincuenta gotas de lluvia,
cincuenta pensamientos nocturnos,
cincuenta oraciones ocultas,
cincuenta noches olvidadas,
mañana… cincuenta y una.

Jun-05

|Diálogos de una mente vulnerable|

Tócame el pecho,

aquí resuenan besos olvidados,

tacto firme y seco, redefine mi piel.

*

Tócame el pecho (anda)

pero sólo una vez,

que si tu roce permanece

tendrás que irte y yo…

*

Tócame el pecho, maja…

deshazme de mí.