| Cuatro paredes blancas o el homenaje a la habitación de Virgina |

el cuarto

Mi casa,
la que no quiero ver hoy,
la que me hace sentir abandonada,
termitas que comen mi alma,
madera débil, punto final.

La cama que me pudre la espalda,
que se entierra en mi espina dorsal,
pasaje donde sólo se albergan pesadillas.

Mi casa,
la que me asfixia y apodera,
que guarda con ternura mis palabras,
nido de energía creativa
remojado en lágrimas de soledad.

Los gatos que me aman,
con maullidos anuncian el alba,
pelaje grueso esparcido por el cuarto
con ojos tiernos y curiosos que me hacen sonreír.

Mi casa,
la que me grita que estoy sola,
la que no quieren compartir,
la que me envuelve entre sus brazos,
aquí me puedo destruir,

| Lienzo de carne y pluma |

Cubierta de constelaciones de chocolate,
convirtió el techo de un cuarto en el espacio sideral
¿Le has visto los ojos al Sol?
Sin sostenerle la mirada…
Imponente belleza que roba mis palabras.

Dama. Diosa.
Su roce encendió las venas de mi cuerpo,
electrificadas, traspasaron cada capa de mi piel,
células reconstruidas desde el núcleo,
una a una,
entregándose a su ser.

Mujer. Majestuosa.
Dulces labios de vino y mar.
Mirada celeste, gris,
transparente.
Piel de mango y sal.

Brillante.
Como ninguna estrella.
Ajena.
Sin dueño.
Ni descubridor.
Creadora de su propia invención.

Oh, bendita lava
desde adentro me estremeces las entrañas.
Amada. Devota.
Libérame de la angustia,
de lo difícil y estremecedor,
calla los gritos,
quiébralos desde el interior,
siembra en mi tu hermoso reflejo,
imprégname tu fulgor,
silencia las voces, cielo negro,
apaga mi llanto con el sonido de tu voz.