Un suspiro y se aleja. Desperté con ella. Las cortinas grises no nos dejaban ver. No pude detenerme, ciegamente salté.
La historia de siempre se repite una y otra y otra vez, ¿cuándo entenderé? Que hay palabras que no quieren escuchar, acciones que no debería de demostrar.
Mis ojos no mienten ni engañan, reflejados en ellos se pudo ver. Cuando quedan absortos en algo es tan difícil que puedan ceder. Intento inútilmente de abstraerlos del hechizo de sus ojos y su voz. Tic, tac, tic… tac. ¿hacia dónde vas mujer?
Una despedida y mi mundo colapsa, ridícula. Es tan sencillo dejarse ir, pero no quiere verme, nadie puede hacerlo, nadie podrá hacerlo cuando me pongo así.
Monstruo que acompaña paso a paso mi caminar. Me abraza cuando caigo al suelo, me tira de una patada cuando me pica el insecto de la seguridad. Ha secado tantas de mis lágrimas con el pañuelo de la infelicidad. “No mereces esto, pero esto sí”. ¿cuándo cambiarás mujer?
He pensado, por un lado, en que soy la única que se ha amado, y así continuaré. Aunque me pidan silencio, y que lo han hecho, con estos ojos jamás callaré. Pero por el otro, ese otro que no me deja ser, ver, sentir, hacer. El que me dice que no existo, que no soy ni seré. Que de mí no se emana nada más que la miseria, sufrimiento, decadencia. Silencio, voces, silencio tantas veces. Tic, tac, una y otra y otra vez.
Un suspiro y sonríe, lo sigue haciendo como la primera vez. Abrirá la puerta y me verá de pie, tan vacía y ausente. No recordará mi nombre y tendré que empezar otra vez.