Demasiado Sol, pensó el gato, demasiado Sol para jugar. No aparecen grandes monstruos con alas para que pueda cazar. No hay risas, no hay luces encendidas. Alrededor es vacío. Nadie con quien yo pueda jugar.
En la noche todo es más interesante, el gato podía salir a cazar. Mariposas negras con manchas cafés amenazaban su aldea, el gato iba y peleaba contra ellas. Batallas que podrían tardar horas, batallas que lo dejaban exhausto deseando beberse toda el agua del inodoro. En la noche todo era tan distinto. No había ruido.
Gato grande dormía, gato grande lloraba. Cuando había Sol y cuando no. El gato entraba al cuarto de su compañero y acercaba su frente a su mano, maullaba. Gato grande sonreía, gato grande lo amaba.
Cuando había viento y lluvia, cosa que al gato asustaba, gato grande cerraba cortinas y ventanas. Si los truenos amenazaban con traspasar sus oídos, gato grande iba y le compraba una caja. Cuando la tormenta pasaba y el gato salía de su caja, era escenario de batalla. La madera crujiendo, las gotas que habían quedado en la ventana y seguían cayendo, el sollozo de gato grande a lo lejos y las lagunas. La luna.
Demasiado sol, pensó el gato, demasiado sol para jugar. Ahora que gato grande no se ha levantado todo parece igual. No hay moscos para ser cazados, no hay más cajas que le hayan comprado. No hay risas, no hay luces encendidas. Demasiada noche, dijo el gato, de pronto el sonido de su cascabel ha silenciado, gato grande se lo ha quitado. Junto con el pedazo de metal que ha grabado su nombre, el gato puede salir a jugar.
Demasiado de esto, pensó el gato, demasiado de ignorarlo. No más ronroneos, no más caricias de buenos días, no más dulces palabras de vespertina despedida. Gato grande no ha despertado, ya no hay nadie con quien se pueda jugar.
Adiós cascabel amarillo, adiós dulce corbata empresarial. Adiós, querida placa con nombre. No vamos a regresar.
Demasiada noche, dijo el gato, aquí sólo se puede descansar. Ya no hay mariposas que quieran ser cazadas, la tormenta viene y con el viento se lleva las cajas. No hay quien las cubra ni quien las adorne. Demasiada noche, dijo el gato. Nadie con quien yo pueda jugar.
Me gustó tu cuento, es de esos para leerse en el rincón de una habitación semivacía, con un café muy amargo y un cigarro . ¿Tienes más??