De alguna manera me siento alegremente deprimida. Sombrerete en la ciudad perfecta. Ambulancias sonando toda la noche, puertas con seguro cuando antes quedaban abiertas. La niebla inunda nuestro oxígeno, respiramos aire helado. Sombrerete es ideal.
El ruido de las camionetas con banda, la puerta del hotel abriéndose de madrugada, uno siempre imaginándose lo mejor. Hemos llegado a esta noche, arrullados gracias a su ruido.
Aquí me detengo a pensar en lo que soy. El aire helado, congelándome las manos, Sombrerete parece ser el único que me entiende. Se forman nubes grises alrededor del sombreretillo, el cielo quiere llorar, como yo se siente desolado, le falta aire en sus pulmones, le falta voluntad.
Sombrerete me sostiene, con su desértico suspiro me lleva volando entre las calles, me obliga a sonreírle a los transeúntes. Nadie sabe cómo se siente, estar aquí tan lejos, el reflejo de una ciudad con miedo, una camioneta se asoma a lo lejos.
También hay amor, la sonrisa de un pastel de cumpleaños, el abrazo de bienvenida con lágrimas de felicidad. El sonido de las cacerolas, el olor a papas con chile, huevo y frijoles, las tortillas tostadas, quemándose.
Es ahora mi turno, me digo con lágrimas en los ojos, es turno de todos. Ahogarse con ese nudo en la garganta y llorar esas lágrimas, sentirse valiente. Todo es posible. Todo lo que imaginamos es viable, ¿qué me dice que no lo lograremos? Puede ahora sea nuestro momento.
El pavimento se construye, invadido por la modernidad, es ahora mi turno, me digo, prender las luces. El tecleo de mi computadora ha despertado corazones, cada uno recostado mirando hacia las estrellas, Sombrerete es la ciudad perfecta.
No importa lo negativo, esta es mi ciudad imaginaria. Las piedras resonando contra el hule de las llantas. Existe aire, cerrando mis ojos puedo mirarte, todo es posible, junto a este aire laten nuestros corazones.
Es nuestro turno, me digo ahora, ha llegado nuestro momento. Sombrerete nos ha reunido, nos ha encontrado. Donde todo parece ser rodeado por música, cuando platicamos, cuando brindamos. El sonido de nuestras risas, sostenidos, unidos como familia.
Sombrerete, quien nos vio nacer.