Mis manos secas se cuartean, entre sus líneas deslumbra el latido de mi corazón. Lo único que veo es oscuridad. No hay paredes ni techo pero la atmósfera cae sobre mi pecho. Su sonrisa me distrae pero no lo suficiente.
Las palabras que me decía ayer me estallan sobre el rostro, nadie cree en ellas. Como bailarina sobre la pista de baile, ansiosa me espulgo mi propia carne. En este orificio que se expande no habita nadie.
Las hojas crujen contra el sonido de mis pies descalzos, cuero volátil sobre mi espalda danzando hasta convertirse en llagas. Luces apagadas, mensajes vistos. Las palabras que me dije ayer no me dan esperanza.
El agua me sabe rancia y me erosiona la garganta hasta emerger de mi hueco. Cualquier idiota puede verlo. Su mirada me hipnotiza pero no lo suficiente. Atravieso vidrios y sillas, pantanos y piso reptiles que con su piel se impregnan hasta dejarme inmóvil.
Los besos de ayer desaparecen. Nadie puede verme. Quisiera caer sobre mi hueco hasta desvanecerme sin dar explicación.
Un lugar donde no sea ilusa, donde no tenga que ver mi rostro, el sitio donde no me sienta estúpida. La razón de que no exista nada. Cualquier imbécil puede verlo, sentada sobre la porcelana blanca ahogándome con mis propias palabras.
Luces apagadas, reptiles sobre el rostro, palabras que me hieren. Sus ojos me distraen pero no lo suficiente.