|Farewell Tadzio|

No guardaré tus trajes en algún ático que tus nietos decidan explorar. No me desharé de ellos, ni de tus zapatos o de tus corbatas. Ni de tus ojos, o tus palabras, como hasta ahora siempre creeré en el sonido de tú voz diciéndo -Tranquilita M, tranquilita-

No me desharé de tus libros o de tus cuadernos, no tiraré aquellos garabatos que solías dibujarme cuando éramos jóvenes recorriendo entre risas el bosque de Chapultepec, las hojas de otoño cayendo a nuestros pies. Y cuando cierre los ojos me veré de nuevo en ese momento, cuando nos miramos los ojos por primera vez sin miedo, sin provocación, sin juegos, sólo con la seguridad de nuestro amor. No tiraré tus viejos periódicos que solías coleccionar, no dejaré que el polvo esconda las estatuas que con tanto orgullo solías presumir a tus colegas cuando hacías tus reuniones en el estudio. Te prometo que lo cerraré con llave, que los niños sólo entrarán cuando quiera leer los cuentos del abuelo, los que la abuela le regaló, forrados en piel, con letras de oro, la biblioteca que siempre quisimos tener.

Te prometo que no dejaré que te vayas con lluvia y sin abrigarte, te prometo que tomaremos café todas las mañanas, charlaremos con el desayuno en la mesa y cuando comencemos a discutir acerca de lo que debo o no debo decir, o de cómo hacerlo, me voltearé a mirarte con enojo y con esos dulces ojos, tuyos, de un color miel delicioso me dirás -Tranquilita M, tranquilita-

Y cuando vayamos a dormir en la noche, cada uno leyendo algún libro, me dirás que has tenido un largo día pensando en qué cosas deshacerte de la cochera y yo te diré que no te deshagas de nada, ni de tus herramientas, con las que solías reparar mi primer departamento, o esa vieja podadora de cesped que terminamos comprando cuando decidiste que te gustaría tener un jardín.

Me tomarás de la mano fuerte, como cuando bajamos la colina de arena que nos esperaba antes de llegar al mar, o cuando subimos corriendo hasta la cabaña en italia que rentamos aquél verano. Cuando nuestro primer árbol de durazno dio fruto, cuando tuvimos que escapar de allí. Y dormiremos en un sueño insconsciente del que no desperatemos nunca y reviviremos de nuevo el momento de volvernos a encontrar.

Te amo

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