La carta en el baúl

klimt

En tu primer cumpleaños cometí el error de imaginar que nunca exististe. Te escuché llorar del otro lado… Fui a levantarte, tenías mi cabello y los ojos verdes del abuelo.

Pasó tan poco tiempo para que hablaras oraciones completas. Mi pequeño Luca, tenías sus cejas, sus expresiones, incluso la misma forma condescendiente de hablarme.

Lo que tu padre no sabe es que del otro lado yo aún te recuerdo, te pienso… Y me pregunto si él hará lo mismo. Si en su mente resplandece o no la historia inconclusa de lo que pudimos tener los tres.

Es la furia, tanto aquí como allá. Porque desde un principio no estuve ahí, quería pero no era yo. Sólo un maniquí que no pudo esconderse bajo las sábanas del “amor”.

A tus tres años no pasaron oraciones que no repitieras. Agridulce el momento de descubrir lo hirientes que pueden ser mis palabras: una dolorosa sorpresa. Nos conocí unidos, mi pequeña fortaleza, con tu hermoso cabello que me encanta oler y besar. También aprendí a soltar y tú a dibujar. Solitario, retraído, el temor de verte tan parecido a mí.

–No tiene amigos-, me decían las maestras y el Director del colegio. Redescubrí tu silencio a escondidas, la razón por la cuál del otro lado había tomado esa decisión, porque no soportaría verte como si fueras yo.

A tus cuatro años estaba segura que tendría que llevarte con un especialista. De inmediato te recetó miles de pastillas. Pronto dejaste de dibujar, adormilado, vacío, sin el hermoso poder que irradiaba tú alma. Tenías amigos, claro, íbamos a sus casas para que pudieran jugar. Los crayones te aburrían, ¿te convertirías en un adulto más?

Mi pequeño hombrecito, siempre serás mi bebé. Si del otro lado te lloro pensando en cómo pude dejarte ir, en este me entrego al consuelo. Porque no importa qué tanto me recuerdes a tu padre, al amor tóxico que nos tuvimos alguna vez; o a mí, con mis enfermedades, mis berrinches y arranques, a la ansiedad que me invade cada vez que debo dejarte ir. Porque en tus ojos veo un mundo de posibilidades, esas que no supe ver en mí.

Muchachito, tan adorado y tan mío, hoy cumples cinco años. No tienes idea de lo mucho que me impulsas, del otro lado y aquí. Porque tu voz es el sonido más alegre, una dulce melodía, el eco de una niñez que quiere aprenderlo todo, sostenerme en sus manos.

Tan listo, alegre y optimista, como él, sensible, inteligente, posees una enorme sonrisa y una mirada vacía. Te observo mirarte al espejo, tocándote el rostro como si no existieras. El constante recordatorio de que has sido lo mejor que he hecho. Porque después de ti no existe más nadie, ni yo.

Pequeño Luca, tus besos son lo más cercano que he sentido a la completa felicidad. Lo triste de todo esto es que te amo porque tengo que hacerlo. Del otro lado también me siento vacía, cariño mío, eso no cambiará nunca.

Me sostengo tanto de ti, como cualquier madre egoísta. Todavía es el día en el que podrías pedirme cualquier cosa y lo haría. Tan noble… curioso que seas tú el que ponga los límites.

Mi pequeño feminista, aún me consideras la mujer más hermosa del planeta. Del otro lado mataría por sentir un momento como este (Estás recostado sobre mi pecho, a punto de dormir. Leyendo los cuentos de Pippi Calcetas largas, tu cabello huele a coco porque te encanta usar mi shampoo. Sabes leer tan bien, estoy segura que yo no leía así a tu edad. Pausas acertadamente ante los signos de puntuación, articulas las palabras, aunque aún te falla la “r”).

Hermoso Lucio Augusto, cuando seas más grande me reclamarás por haberte llamado así. Del otro lado vieras cómo te lloro, mi niño, no puedo dejarte ir. Pero en este, te beso, te tengo junto a mí.

Te ama con todos sus seres, tu madre.

Enero 2016

Leave a Reply

Your email address will not be published. Required fields are marked *