|La última… Y nos vamos|

Me preguntaron ¿por qué? en el último trago y yo lo tomé como una ofensa. ¿A quién le importa? Otros, como Rita, hacían la pregunta con preocupación. Entre diálogos y despedidas, a nadie satisfizo la respuesta.

Desperté dos horas antes cuando el cielo aún estaba oscuro pero el sueño fue más fuerte; y más allá del sueño; las emociones que rodeaban mi cuerpo y corazón cuando amanecía a su lado, pensando que todo lo que había deseado, sucedía en ese instante. Quería querer y ahí estaba, queriéndole. Ella también me quería. Sumergida entre el recuerdo de sus palabras diciéndolo, caí nuevamente dormida.

Iba más allá de su evidente belleza. Era poder ser yo misma con alguien. Era escuchar música nueva, reír de escenarios ridículos con diálogos inexistentes. Conocer nuevos lugares, personas, comida, lenguaje. Era fingir no temerle a nada por no querer lucir ridícula. Sin darme cuenta ya nada me asustaba, aunque tampoco entendía claramente qué era lo que sucedía.

Era la distancia. Me dije desde el principio. Algo pasaría y entonces vendrían los problemas: miedos. De esos a los que pretendía no escuchar. Al soltar su mano invadían mi cuerpo de inmediato. Los por qué, las dudas, los cuestionamientos.

No le gustas tanto. La constante. Implantada por mí. El clásico juego entre la mente y yo. El ritual de apareamiento, el proceso que debemos seguir. Hacer todo lo posible por creer que es cierto y cuando me inunda el vacío aparece la razón diciendo: no todo es así. También puede que llegue el día en el que hasta la razón esté equivocada, en el que nada tenga sentido porque no existe un control.

Era el final. La semilla implantada hasta el fondo, arrinconada gracias a su poderosa raíz. La imperiosa idea de que todo lo que es bello debe morir. “Porque la belleza, como el dolor, hace sufrir”, me recuerda mi cabeza, susurrando a mí oído la cita de un autor. Porque también ella tiene sus problemas, porque sus procesos son distintos, porque desde el principio fui una segunda opción. Porque debe regresar a casa, pasado y presente al mismo tiempo, entrando por la puerta. Hacia dónde va y qué es lo que espera.

Paciencia. No tiene por qué ser más difícil.

Pero… salté.

Tomé el riesgo y ella se quedó allí, mirándome desde arriba.

Me fui.

En ocasiones llegaba el momento en el que mi mente ganaba y me obligaba a salir porque no podía seguir. Fingía y daba vueltas por la calle, llegaba hasta la esquina y recorría la manzana entera. Entre los autos, el ruido de la avenida y mis constantes negaciones creciéndome por dentro… perdía la razón.

Aunque de vez en vez me desplomo, es mi problema, no el de ella. Era porque me importaba demasiado. Aún me importa así de tanto.

Porque con ella todo es una danza. Todo es un elaborado juego. Un reto. Y me gusta. Porque cuando se me aparece o voy camino a verle siento un anhelo y un estremecimiento en las entrañas como no lo siento con nadie.

No puedo evitarlo, pensar en ella como una sombra, hasta cierto punto porque lo desea, prefiere verse como un esbozo de luz cuando su entera presencia y hermosa silueta aparecen centelleando incesantes.

Porque también hay momentos en los que siento su soledad, sus manos aferrándose a una vida que cree que merece, al mismo tiempo que batalla por soltarse simplemente porque quiere algo más. Y debería tenerlo. Porque no le da miedo hablar de la oscuridad.

Es fuego, es alma. Es odio, es furia. Es un grito destrozado pidiendo ayuda en algún lugar de un bosque lejano. También es paz, es calma. Tranquilidad. Es recostarse sobre ese verde campo, el que tanto imaginé. Un dulce aroma, el que de inmediato te lleva a un recuerdo de la infancia donde eras feliz. Es el mejor beso, el final a la cita perfecta en que la hiciste reír. Es no querer soltarla nunca y saber que no puedes sujetarla. Es querer respirar bajo el agua

Porque no encontraba las palabras exactas para describir por qué la quiero; fue así que tuve que escribir un cuento. Porque quisiera regalarle las palabras exactas y hermosas que puedan describir todas y cada una de las cosas que me hace sentir:

Te quiero.

Porque me aquejaba el pecho, porque siento que es ella…

La única. La última.

Y nos vamos.

Juntas.

|Malos pensamientos|

Bajo el sonido del piano emergen como demonios que no pueden olvidarme. Tal vez si cerrara los ojos podría encontrarme con él, si cerrara los ojos lo suficiente…

Se desprende del algodón blanco que lo envuelve. La piel grisácea se tiñe en cada célula de color, espirales de humo y burbujas de cristal lo devuelven a mi tierra. Aparece tan de pronto, cumpliendo siempre a su promesa.”Hazme una señal cuando no puedas decir -no más-”

Tal vez si durmiese lo suficiente podría encontrarme con él…

Tantos sonidos a mi alrededor totalmente incomprensibles. Mis brazos me amarran, sofocándome. Ejércitos de insectos emergen del suelo y caminan sobre mis pies. Por qué caminan contra corriente, por qué no avanzan como yo. Bajo la máscara de gas sonríe la diosa que juega con mis emociones, que me sumerge más al fondo. Para deleite, masoquismo y placer.

Llegará el día que se reúna conmigo, algo me dice mi instinto. Aunque a veces me falla y me obliga a creer cosas que no suceden a mi alrededor. “¿Estaré enloqueciendo de nuevo?”, te pregunto. “Sabes lo que somos”.

Admirándome por la noche, como guardia a princesa. Protegiendo mis sueños de los malos pensamientos. “Llora más, no apagues tu llanto”. No será fácil, lo sé.

Tal vez si llorara lo suficiente podría encontrarme con él.

Pasos cansados y firmes, la madera cruje con tu presencia. Igual de lastimados, generación tras generación sintiendo el mismo llanto. Hazme una señal. No seas ingenua que la cosa no va a mejorar, pero al menos estaré para hacerte compañía. No acalles el llanto ni pretendas ser fuerte. El día viene y viene, eso no cambiará. Hazme una señal.

Mi abuelo, mi héroe, siempre habrás de encontrarme y levantarme.

|El ansiado regreso de Mulder y Scully|

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Advertencia: este escrito no contiene ninguna clase de spoiler y simplemente está basada en la opinión de una niña de doce años fanática de The X- files, que en realidad tiene veintinueve y cumplió su sueño de presenciar el regreso de la mejor serie de TV. 

Si creciste en los noventas seguro conociste a Mulder y Scully. Unos agentes del FBI muy hot (sueño húmedo de muchos, por supuesto me incluyo) que iban tras la búsqueda de la verdad, resolviendo casos paranormales, sin explicación aparente: The X Files.

Los conocí cuando tenía aproximadamente diez años, mi primer “despertar” a la “realidad”. El intro solía provocarme mucho temor, lo escuchaba desde mi cuarto cuando me hermano mayor solía ver el programa. Una noche, harta de tener pesadillas con objetos voladores no identificados, decidí mirarlo a escondidas, desde el pasillo que daba a la sala.

El episodio era Never Again de la cuarta temporada, aún recuerdo perfectamente la escena en la que Scully se hace un tatuaje “Preciosa”, pensé.

Mulder y Scully -y obviamente Chris Carter- me adentraron a la literatura, a series de TV, música. Mis primeros escritos fueron los muy conocidos fanfic (episodios que los fanáticos escriben, basados en los personajes de Chris Carter). Simplemente amo a estos sujetos. Una total inspiración.

Tener doce, en secundaria y crecer durante años con un par de personajes, te cambia la vida. Supongo que la edad fue crucial porque me enamoré, obsesioné con ellos. Comía, bebía, veía, hablaba de The X files, incluso mis sobrinos dibujaban a Mulder y Scully (realmente maravilloso).

Como cualquier maldita relación, fueron muriendo. No quise aceptar su fin –nuestro fin-. No podía conmigo, ¿qué sería de mí sin Mulder y Scully?

Fui perdiendo la emoción por películas y series de TV. Me albergaba en Californication, Crisis, Hannibal. En Robot Overlords (por favor no la vean nunca), Straightheads (some nipple action), Mr Morgan’s Last Love, pero ninguna serie o película me provocaron nunca la emoción que Mulder y Scully, con linternas y pistola en mano, tratando de ir en búsqueda de la verdad, una verdad negada por el gobierno para el cual sólo funcionamos como conejillos de indias y esclavos.

Y ayer, veinticinco de enero de 2016, después de ocho años de espera (y una pésima película como lo fue I want to Believe) mis adorados Mulder y Scully regresaron a la pantalla chica de muchos fanáticos como yo, a quienes su corazón se aceleró desde el comienzo, palpitando al unísono el intro de la canción.

Amé ver The X Files con la clase de efectos especiales que se merece. Amé los diálogos entre Mulder y Scully, amé ver a Joel McHale coqueteando con Scully (y amaré más si en algún episodio sale sin playera, go google Joel Machale body, you’re welcome). Amé las miradas entre Mulder y Scully, amé cada una de sus interacciones. Al terminar me dejaron como aquella niña de doce años ansiosa del próximo episodio, con la angustia del qué sucederá.

No pude conmigo y tuve que escribir sobre la bonita travesía que fue admirar nuevamente a los amores de mi vida. Si nunca han visto The X Files, esta es una excelente manera de conocerlos, perderse en una miniserie de ciencia ficción de seis episodios con muy buena narrativa y efectos especiales. También se pueden echar un ojo, como yo, porque maldita sea, que tener la edad que tienen (David Duchovny y Gillian Anderson) y verse ASÍ DE BIEN, Damn.

|Penúltimo|

Nuestro recuerdo me hierve desde las entrañas. “Escapa…”. El color de tus labios me rompe el alma. Se sumerge en mis pensamientos obligándome a olvidar todo. Como la mirada del enfermo, existe alrededor tuyo una atmósfera casi imperceptible de fracaso e inocencia, de tristeza.

Sabes exactamente qué es lo que te sucede, sólo no quieres verlo. No pudiste soportar que ella fuese más que tú, tenías que llegar contoneándote, haciéndote absolutamente presente, dejándome de lado todo lo demás.

Pero hay en ti una absoluta belleza que me hipnotiza, estoy segura que no son sólo ideas mías. Los he visto mirarte, a cada uno de ellos cuando entras en algún lugar.

Las palabras no se esconden detrás de tus labios, que ya no saben decir nada, sino de tu avasalladora mirada que me obliga a callarme cada instante en que te observo. “No te engañes”, me digo; que es más allá de tu figura lo que impone este silencio, es mi temor golpeándome directo al estómago, alzándome el rostro con tus manos y soltándome sin más.

Oh, querida mía, no puedo decirte de frente nada de esto. No porque no pueda, sino porque deseo que no lo escuches nunca, porque anhelo tanto que abras tus ojos… Déjame intacto el recuerdo de lo poco que me diste aquella vez.

Tu sonrisa, las dulces pecas que adornan tus mejillas, el ritmo de tu andar, imágenes que se presentan intermitentes a lo largo de mis días, patadas de ahogado de un amor condenado al fracaso, reflejo innato de todo lo que hago y no he podido ser.

 

El dude de la camioneta arena

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El dude de la camioneta color arena
(Fastest date ever)

Si eres una mujer soltera en este mundo tecnológico y contemporáneo, seguro ya habrás descargado alguna aplicación para ligar (aunque sea para probar, no mientas).

¿Cómo ha sido tu experiencia? Ahora te cuento acerca de la mía.

HOMBRE envía mensaje a MUJER un martes por la tarde. En él explica un poco de su personalidad, profesión y gustos generales. MUJER encuentra a HOMBRE agradable y responde a su mensaje, después de todo tienen gustos similares.

Llegué al lugar del encuentro, no lo vi así que decidí llamarle. Estaba a diez minutos y me pedía que lo esperara afuera. Una camioneta color arena se acercó y de ella descendió mi cita. Saludo de beso.

“Oye, antes de entrar al restaurante quería preguntarte ¿vamos a tener sexo?”.
No sabía si reírme, después entendí que la cosa iba en serio.
“Ahhh… no”. Le respondí con el ceño fruncido y dando un paso hacia atrás.
“Bien, entonces prefiero ahorrarme la cita”.

Acercó su mano a la mía y se despidió con el saludo clásico de palma/puño.
Aún cuestionando si lo que había sucedido era verdad, emprendí la caminata de regreso a casa, después escuché su grito llamándome. Me detuve y volteé.

“¿Tendrás cambio para el parquímetro?”.

Random shit

Cuántas veces me he detenido a decir lo que siento/pienso, únicamente por temor. Principalmente por miedo al rechazo, me digo todo el tiempo, como si en mi mente existieran los subtítulos. Luego pienso que en realidad no tengo nada de importante que decir.

He pasado la mayor parte de mi vida pensando que mi destino está en escribir, que debería de hacerlo. La misma cantidad de tiempo la he vivido rechazo contra rechazo, la gente sigue pensando en que “no deberías tomártelo como algo personal”, suena tan ridículo. Cómo no hacerlo.

Me siento avergonzada, pensando que tengo un gran futuro por delante cuando paso la misma cantidad de tiempo diciéndome que no es cierto, que sólo necesito desahogarme. ¿A quién demonios puede interesarle algo de lo que digo/pienso/escribo?

Todos los días me recuerdo la razón por la que escribo, lo hago por mi. Porque en algún punto de mi vida me vi en la necesidad de decir algo y no tuve las palabras para decirlo o expresarlo. También lo hago porque creo (hasta cierto punto) que cuando uno dice las palabras que piensa, cobran un significado distinto. No es lo mismo decirle a alguien, de frente que lo quiere, que escribirlo. Decirlo lo convierte en algo real ¿no es cierto? no puedes deshacerlo…

He aquí una verdad muy incómoda: no me he suicidado porque no podría hacerle eso a mis padres. No lo saben pero los amo demasiado. La sola idea de que tengan que ver sin vida mi cuerpo, me rompe el alma. A estas alturas del partido ellos son los únicos que me detienen.

Pero todo el tiempo pienso en ello, desde que despierto. La realidad de mi vida es que no quiero estar aquí. Que me sujeto a cosas banales, que anhelo tanto una razón para permanecer aquí cuando la razón no existe en mí.

Llevo diciéndome la misma mentira demasiado tiempo…

Cuando tuve alguna especie de consciencia, dije que lo haría por mi niña interior, la alimenté por tanto tiempo, que no pude volver a mirarla a los ojos sin que ella supiera que lo que salían de mis labios eran palabras absurdas. Y ahora ya no puedo mirarla a los ojos sin estallar en lágrimas… porque todo lo que dije han sido mentiras.

No mejora, no nos sentiremos felices. Seremos egoístas, como todos los demás, tratando de encontrar una salida al dolor interno de la vida.

No sabremos lo que es amar.,, pero escribiremos mucho al respecto.

Hay días en que la medicina no funciona. No porque la dosis se cambie, simplemente porque no encontraremos el ánimo de vivir las cosas.

Tanto tiempo he pasado diciéndome que escribir es lo correcto, ¿debería creerlo? ¿qué tal si en verdad no tengo talento? ¿debería importarme? las palabras tiene significado ¿cierto? si escribo que te quiero, podrías creerlo…

Me aferro tanto a cosas inexistentes hasta que carecen de significado. Las agoto por completo, me manejo tanto por la culpa.

Nada de lo que escribo importa y no me importa.

Soy sólo una pieza más en el estúpido juego de alguien más, la chica que te hizo reír, la loca con la que saliste alguna vez, la chica que te la chupó súper rico, la mujer con la que te diste cuenta que necesitabas otra cosa o algo más. La que te hacía reír, la que hablaba muy fuerte, la que reía como señora, esa que se parecía a Cher…

Hoy fui a ver Back to the future, me di cuenta que ahora ya es parte del pasado, ya no podré volver a añorar el día en que Marty Mcfly viajaba al futuro, anhelando que las cosas fuesen diferentes, esperanzada a que todo podría cambiar.

Mi enfermedad no ha mejorado, no ha empeorado, lo verdaderamente triste es que todo sigue igual, que yo paso la vida sobreviviendo, pensando en que vendrá o llegará el día en el que podré decirme finalmente: soy feliz.

Lo peor es que la gente malinterpreta tanto la depresión, las enfermedades mentales, la bipolaridad. Creen que saben lo que es sentirse ansiosos… Desconocen el significado de un ataque de pánico…

Imagínate vivir constantemente con la idea de que estarías mejor no estando aquí, de que no importa cuánto tiempo pases de tu vida, no habrá persona que te pueda mirar a los ojos y decirte que te quiere después de todas tus historias, de todos tus amores, de todos tus besos, sonrisas, amoríos, one night stands…

Porque te es tan difícil quererte algunas veces, que piensas ¿Por qué alguien habría de quererme?

Trata de vivir con eso.

|La ciudad y el olvido|(borrador)

Dave

Se me acaba el corazón

cuando cree escucharte.

Inconcebible dimensión.

Insuficiente el espacio que lo encierra.

Si de mis labios pronuncio tu nombre…

No regreso nunca.

 

La mente trataba de controlarlo pero su cuerpo fue más rápido. “¿Cómo no lo vi antes?”, se preguntó desde el primer instante, y la pregunta le siguió hasta la última de sus locuras.

“Regreso como cualquier alcohólico a cantina, a contar las historias que han permanecido almacenadas en mi memoria. Sólo que aquí no hay nadie que pueda escucharlas, o tomarlas. Ha sido el mismo recuerdo el que me ha pedido, me detenga.

Amante y mejor amiga, me seduce por las noches inundándome con sus imágenes: todas de ella desnuda. De su piel de caramelo. Recostada, sobre la oscuridad de mis sábanas, me enamoré”.

Carcajada, ironía. No era otra sino la historia de un explorador cualquiera, que inmerso en sus pensamientos, se encontró con una pequeña ciudad desconocida.

“Tendría ahora que comparar aquellos ojos negros, con la incertidumbre entre sus calles. Finas piedras blancas, de mármol y arena, enmarcaban un enorme cuadro con la imagen de ella…

Ya no puedo volver”, se dijo sumergido en la belleza de la pintura. Debió saberlo desde el momento en el que probó sus labios por primera vez. “Y sí lo supe, me lo dijo un impulso de excitación que ya no pude contener”.

Eran jardines, eran flores, campos de trigo y maíz. “Eras el olor a lluvia, el olor intoxicante al otoño almacenado en el aroma de tu cabello, tu hermoso cuerpo, tan precioso que todo lo tuve que besar, desde tus bellos párpados hasta tu delicioso centro sabor a sal. Cómo no me iba a enamorar”

Sus calles no eran de piedra, eran caricias de dolo y llanto. La ciudad sufría. “Me quedaré sólo por una noche”, se dijo en voz alta, consciente de que no regresaría jamás.

“Creí que podía conquistarla”, fue la primera razón que le escuché decir. Tan banal y egoísta. La ciudad no quería ser conquistada, sólo descubierta. Quería que alguien la tocara tiernamente, sin poseerla, el explorador fallaba a sus principios, ¿Cómo podría poseer un pedazo de tierra? Se envenenó de ella.

“Fue ella”, me dijo entre sorbo y sorbo, sin aceptar la culpa. “Quería quedarme en su memoria para siempre”, esbozó antes de partir. “Quería hacer mío cada rincón, cada instante pensando que la tierra guardaría mis pasos, que en ella quedaría mi rastro, algún dejo del amor que por ella sentí, desde el instante en que la vi mirarme…”

La ciudad no fue suya, pensé en decirle, nunca lo fue. Ella quiso que lo mirara aquella vez, esa vez única. Debió de haberse ido.

“Una sola noche, y no regresé nunca”.

| Conquista de un planeta ficticio, a punto de estallar |

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Cómo será, me pregunto, y después ya no puedo detenerlo. Se escapa y encierra en una pequeña nave de cristal. Sale expulsada del interior de mi cabeza dispuesta a depositarse en el espacio entre tus ojos. Quiere mirarte en un espejo y decirte en el oído aquellas cosas que piensa de ti y no se atreve a decirte.

Avanza lento, van más allá de lo que hicieron otras exploraciones, que por miedo, se detuvieron antes de llegar a tu cuerpo.

La primera tripulación decidió observarte desde afuera, admirarte. Examinar tu caminar a distancia, la forma en la que algunas veces bajas la mirada. El viento rozando tu cabello, el dulce rastro de aroma del choque entre ellos, el compás del movimiento en tu cadera al caminar.

La segunda aterrizó cuidadosamente en tu espalda. Se asentó bajo el relieve de tu espina dorsal. Al quinto día, mientras levantaban el campamento, descubrieron el hueco que hacen los huesos de tu cuello al voltear, la curvatura del lóbulo de tu oreja: se enamoraron de ese lugar.

La tercera nunca pudo despegar de tierra.

Y así salieron, una a una, ninguna pudo regresar. Hubo algunas que decidieron hacer mundos en los alrededores de tu espacio. Se construyeron en el hueco entre la pared y tu almohada, en el rincón oscuro de la alacena. En la cajonera de tu alcoba, junto a los cubiertos de la cocina; en el techo de tu cuarto para verte despertar.

No tienen miedo, no. Llevan dando varias vueltas. Avanzan rápidamente alrededor de tu rostro, pasan muy cerca de tu nariz, bajan hasta tu cuello: a la curva que delinea tu hombro. Quiero tanto que aterrice ahí, para besar ese dulce espacio, olerlo, morderlo.

Si tan solo pudiesen guardarse en tu interior…

Se almacenarían en la pasión que emanan tus ojos, en la ternura e intensidad de tus palabras al hablar. Se guardarían en cada célula de tu cuerpo, en los vasos sanguíneos de tus pulmones, en cada lágrima que hasta hoy haz tenido que llorar.

Cuántas tripulaciones más, me pregunto. Basta de permitirles el paso, no más permiso de volar a las naves cristalinas que salen del interior de mi cabeza. No más pensamientos perdidos entre el espacio entre tú y yo.

De qué otra manera habría de ocurrir que no fuese esta. Esta que para ti no existe y para mí es tan irreal. Todos estos universos, todas estas posibilidades que nos he creado en donde estás conmigo y donde te vas. En el que te dedico mi suspiro final…

La última tripulación me ha enviado una señal. Lentamente me guía hasta el final del espacio, acercándome a ti, no hay suficiente oxígeno… Silencio. Oscuridad.

Y de entre todo ello, tu hermosa silueta inundándose en el fondo del mar. Tus ojos negros, grandes y bellos, el dulce néctar de tu cuerpo que ansío probar. Te pierdo mientras te me desvaneces en el agua, clavada en la profundidad de mi corazón.

Indicadores de alerta alrededor, por favor que no suceda. La tripulación enloquece, adrenalina bombeada al corazón, cientos de naves cristalinas salen del interior de mí cabeza y se esparcen a tu alrededor. El espacio ha terminado, me ha llevado a enfrentarte:

-Te amo-

|Una vuelta alrededor del Sol|

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Hace tiempo que no platicamos, no recuerdo cuándo fue la última vez. Cuestiono si debería seguir hablando contigo, me pregunto si no será mi insistencia a invocarte lo que te mantiene tan cercano a mí. Tal vez no puedo dejarte ir.

Me he refugiado tanto en el diálogo imaginario que tenemos en mi cabeza, probablemente no conversaríamos de la misma manera si estuvieses aquí. No sería real, ¿qué es mi realidad? ¿Qué sentido tendría escribirte una carta? Pero eres real porque me estás sucediendo. Seguramente en algún punto del espacio y el tiempo, en una realidad muy distinta, estaríamos discutiendo esto.

Culpo a mi soledad por molestarte de nuevo, constantemente se me cruza esa idea por la cabeza: que avanzo por la vida molestando a las personas. Tan acostumbrada a caminar por la calle hablando sola.

La primera vez que lo notaste venía caminando de la tienda de regreso a tu casa. Me viste acercarme desde lejos y me alcanzaste a mitad del camino. “-¿Con quién habla?”, me preguntaste. “-Nadie-“, te respondí bajando la mirada. Me tomaste del brazo y me pediste no volver a ir a la tienda sola. Te preocupaste tanto por mí.

Me gusta esta realidad, este universo en donde podemos conversar, donde tus historias se almacenan y tu recuerdo es eterno. En el cual me des palmadas por la espalda o me tomes fuertemente de los hombros con tus manos. Me vendrían muy bien cualquiera de ellos.

                                                                                 ***

Han sido 365 días desde la última vez que te vi. No te has ido, eso me ha quedado muy claro, la flama de tu presencia y recuerdo sigue iluminando el camino de mi existencia. Me has enseñado tanto en veintiocho años.

He perdido amigos. El desempleo me ha pegado ya en tres ocasiones y la escuela ha sido suspendida de nuevo. No hay dinero. Me he sentido defraudada de mí, deprimida, estancada, con ganas de gritar al techo y romper espejos. Tu mano apenas perceptible, me toma del codo y me obliga a levantarme. ¿Cómo lo haces? No lo entiendo.

Me gusta pensar que te sentirías orgulloso de mí. Por mucho tiempo lamenté nunca haberte dado una copia de todas las cosas que escribí, que sentía vergüenza de enseñarte. Asumo que ha sido mi culpa y que no puedo regresar el tiempo. Pero hay que mirar hacia adelante, ¿no es verdad? Los Esquivel empiezan desde cero, honestos, sinceros… Si continúo escribiendo llegaré a algún sitio ¿cierto?

Tengo tanto que agradecerte: Fortaleza. Porque no importa lo mal que vayan mis días, ninguno de ellos será tan horrible como el de hace un año. No volveré a sentir mi corazón explotar en un montón de pedazos. Y tener que mirarla a los ojos. Tener que abrazarla y escucharla decir: “Su Papá Toño se nos fue”.

Amor a la vida. Levantarte con ánimo todos los días para sacar a una familia adelante. No importaba el frío, el viento seco. Cinco de la mañana y ya estabas despierto, haciendo tus movimientos de box, caminando sobre las calles de Sombrerete antes del amanecer. Respirar esa primera brizna de mañana. “¿Lo huele? ¿lo siente?”, me cuestionas. El silencio inundando el asfalto de piedra y el peñasco tirando pedazos finos de tierra.

Ir tras tus sueños. Hacer lo que te gusta hacer. Amar lo que haces. Llegar a casa y amarla. Agradecer. A la vida, a Dios, en lo que creas. Amar a todos por igual.

Me quedó tanto por aprender de ti. Durante un par de meses dormí con una de tus camisas hasta que en sueño me gritaste: “¡Basta! ¡No puedes seguir así!” Si el ansia y el nudo en la garganta detenían mi paso, con tu mano me dabas una leve palmada en la espalda. No me abandonaste nunca, ni creo que lo hagas. Si volteo a mi derecha aún te miro de pie, asintiendo con tu cabeza y exclamando: “Ya llegó la feria”.

Ahora me queda claro que tu trabajo aquí no ha terminado, pues la energía de tu esencia sigue latente dentro de nuestros corazones. De la familia que tan hermosamente formaste. Que se ayuda a seguir adelante.

Mi querido Papá Toño, fuiste más un segundo padre que un abuelo. Gracias por seguirme enseñando cosas nuevas. Por sonreírle a la desgracia en las caídas, por no tenerle miedo a las serpientes, ni a la vida, por llevarme al peñasco y respirar Sombrerete por primera vez.

Gracias por enseñarme a querer comenzar a vivir mi vida todos los días.

Te ama

Tu grandota.

P.D. Espérame del otro lado de la colina.