Advertencia: este escrito no contiene ninguna clase de spoiler y simplemente está basada en la opinión de una niña de doce años fanática de The X- files, que en realidad tiene veintinueve y cumplió su sueño de presenciar el regreso de la mejor serie de TV.
Si creciste en los noventas seguro conociste a Mulder y Scully. Unos agentes del FBI muy hot (sueño húmedo de muchos, por supuesto me incluyo) que iban tras la búsqueda de la verdad, resolviendo casos paranormales, sin explicación aparente: The X Files.
Los conocí cuando tenía aproximadamente diez años, mi primer “despertar” a la “realidad”. El intro solía provocarme mucho temor, lo escuchaba desde mi cuarto cuando me hermano mayor solía ver el programa. Una noche, harta de tener pesadillas con objetos voladores no identificados, decidí mirarlo a escondidas, desde el pasillo que daba a la sala.
El episodio era Never Again de la cuarta temporada, aún recuerdo perfectamente la escena en la que Scully se hace un tatuaje “Preciosa”, pensé.
Mulder y Scully -y obviamente Chris Carter- me adentraron a la literatura, a series de TV, música. Mis primeros escritos fueron los muy conocidos fanfic (episodios que los fanáticos escriben, basados en los personajes de Chris Carter). Simplemente amo a estos sujetos. Una total inspiración.
Tener doce, en secundaria y crecer durante años con un par de personajes, te cambia la vida. Supongo que la edad fue crucial porque me enamoré, obsesioné con ellos. Comía, bebía, veía, hablaba de The X files, incluso mis sobrinos dibujaban a Mulder y Scully (realmente maravilloso).
Como cualquier maldita relación, fueron muriendo. No quise aceptar su fin –nuestro fin-. No podía conmigo, ¿qué sería de mí sin Mulder y Scully?
Fui perdiendo la emoción por películas y series de TV. Me albergaba en Californication, Crisis, Hannibal. En Robot Overlords (por favor no la vean nunca), Straightheads (some nipple action), Mr Morgan’s Last Love, pero ninguna serie o película me provocaron nunca la emoción que Mulder y Scully, con linternas y pistola en mano, tratando de ir en búsqueda de la verdad, una verdad negada por el gobierno para el cual sólo funcionamos como conejillos de indias y esclavos.
Y ayer, veinticinco de enero de 2016, después de ocho años de espera (y una pésima película como lo fue I want to Believe) mis adorados Mulder y Scully regresaron a la pantalla chica de muchos fanáticos como yo, a quienes su corazón se aceleró desde el comienzo, palpitando al unísono el intro de la canción.
Amé ver The X Files con la clase de efectos especiales que se merece. Amé los diálogos entre Mulder y Scully, amé ver a Joel McHale coqueteando con Scully (y amaré más si en algún episodio sale sin playera, go google Joel Machale body, you’re welcome). Amé las miradas entre Mulder y Scully, amé cada una de sus interacciones. Al terminar me dejaron como aquella niña de doce años ansiosa del próximo episodio, con la angustia del qué sucederá.
No pude conmigo y tuve que escribir sobre la bonita travesía que fue admirar nuevamente a los amores de mi vida. Si nunca han visto The X Files, esta es una excelente manera de conocerlos, perderse en una miniserie de ciencia ficción de seis episodios con muy buena narrativa y efectos especiales. También se pueden echar un ojo, como yo, porque maldita sea, que tener la edad que tienen (David Duchovny y Gillian Anderson) y verse ASÍ DE BIEN, Damn.